El fascismo muestra su cara sexual: el caso Calvin Klein

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Que la empresa Calvin Klein de la noche a la mañana se haya convertido en una corporación «progre», por haber incluido entre sus figuras promocionales a una modelo transexual, obesa y negra es una versión, aparte de inverosímil, totalmente falsa.

Calvin Klein es una corporación de la moda internacional que factura millones de dólares anuales. Y si ha llegado al pináculo de un mundo salvajemente competido no ha sido precisamente por promocionar valores inclusivos. O estar preocupados por un mundo más humano.

De hecho, la empresa, sus campañas y modelos, tanto masculinos como femeninas, representan, hoy por hoy, uno de los símbolos más acabados del «correcto» patrón de belleza. Algo vital en un sistema capitalista, ergo supremacista, elitesco y excluyente.

Cuerpos esculturales, mucha sensualidad y el prototipo del varón dominante, atlético y seductor. Con mucho éxito entre damas espectaculares, que caen rendidas ante el poderío económico. He allí el empaque simbólico que se esconde tras la ropa interior de esta franquicia.

Es un mensaje dirigido para calar en el subconsciente de las masas y matar dos pájaros de un tiro. Por un lado contribuyen a enraizar la cultura patriarcal profundamente machista y por el otro pautan modelos casi inalcanzables, que frustran a muchos hombres y mujeres por igual.

Poder publicitario

El poder de la publicidad es un fenómeno que prácticamente nació con la comunicación de masas. Este contribuyó a afianzar el poderío de los medios tradicionales. La publicidad sigue siendo el combustible que mueve a los emporios de la moda, las comunicaciones y el entretenimiento.

Desde sus orígenes, personajes como Edward Bernays, aprovecharon los hallazgos de Freud para espolear el subconsciente. Así se modelaron no solo estilos de vida sino preferencias culturales, culinarias y hasta sexuales.

Hoy por hoy son logros célebres de Bernays haber cambiado drásticamente el patrón de consumo entre los norteamericanos. Siendo una población que gustaba desayunar frugalmente, el hombre posicionó la idea de que había que comer huevos fritos, tocinetas y pan tostado con mantequilla, y ¡zas!: ahí tenemos el desayuno «americano».

También hizo lo propio con el reloj de pulsera y el automóvil como máximos signos de estatus y virilidad. Un libro de cabecera para entender estos fenómenos es el clásico estudio Formas ocultas de propaganda del investigador norteamericano Vance Packard.

¿Sólo barullo?

Calvin Klein conoce bien esta historia y vaya que ha hecho grandes aportes desde el terreno de la práctica. La mayoría de sus campañas promocionales han sido éxitos rotundos. ¿Entonces por qué incluir una modelo gorda, negra y transexual como imagen?

La respuesta obvia es que querían armar barullo y lo lograron ampliamente. El tema fue tendencia en Twitter y todo el mundo habla de la muchacha Jari Jones y, lo más importante, de su marca. Hasta ahí todo bastante previsible, sin embargo, hay algo más detrás de todo esto.

La clave hay que buscarla en el campo de la sociología. Como explica el sociólogo polaco Zigmunt Bauman la era global está dando paso un tiempo de modernidad líquida, que trastoca todas las certezas del mundo capitalista de posguerra.

Y ese mundo líquido incorpora nuevas estéticas, pero también expectativas crecientes para grupos relegados históricamente por el machismo patriarcal como las mujeres, los homosexuales, los afrodescendientes, las personas de tallas grandes y en fin todo aquel que por diversas razones no encaje en el modelo Barbie World del capitalismo cultural.

Grupos visibilizados

Así como Internet ha abierto una brecha de empoderamiento para personas desconocidas, que se disputan de tú a tú, el poder de penetración con los medios dominantes tradicionales. Esta posmodernidad, o modernidad líquida, ha comenzado a visibilizar las angustias, necesidades, demandas e inconformidades de grandes minorías, valga el oxímoron, de la población mundial humillada y despreciada históricamente.

Calvin Klein también sabe esto y oportunistas como siempre han sido se lanzaron a surfear la ola. Lo preocupante del asunto, más allá de lo anecdótico, son las oleadas de veneno que retratan de cuerpo entero el odio o más bien la cara sexual del fascismo.

Los comentarios publicados en Twitter contra Jari Jones revelan la incertidumbre de una porción mayoritaria de la masa, que ve tambalear las bases de la estructura patriarcal machista, donde la represiva sociedad capitalista los encorraló.

Este tema fue magistralmente trabajado por un autor polémico, el austríaco Wilhelm Reich, quien fue el primero en combinar los hallazgos de Freud con la teoría de Marx.

Sociedad represora

Este autor explica en su libro Psicología de masas del fascismo cómo todo orden social produce en la masa de sus componentes las estructuras de que tiene necesidad para alcanzar sus fines principales.

Y en esa estructura el fascismo del nacional socialismo, aunque se ha tratado de vender como un régimen fracasado y superado, en realidad sigue vivo a lo interno del sistema capitalista supremacista actual.

Para muestra un botón. “Y aún más imperioso  que el trabajo común, es el deber del hombre y de la mujer de perpetuar el género humano. (…) Nuestra más elevada tarea residirá en facilitar a los dos compañeros unidos para toda la vida, la posibilidad de fundar una familia. Su destrucción definitiva equivaldría a la supresión de toda humanidad superior”.

Un Estado represor promueve una familia represora y esto trae como resultado sujetos reprimidos sexualmente. La institución de la familia se inserta como columna vertebral de las tradiciones. Se convierte en un tabú, y desde ahí es fácil caerle a peñonazos a cualquier manifestación disidente sea homosexual, transexual, bisexual, lesbiana, gordo y/o peor aún negro.

Socialismo es inclusión

El tema es bastante denso, la familia como base de la organización estatal y semilla de la patria, obviamente es un ideal plausible. Pero en el marco de un modelo patriarcal, supremacista y racista se desvirtúa como el origen de horrendos fanatismos.

El respeto a la diversidad, tanto racial como en materia de preferencias sexuales, es el camino a la verdadera igualdad ejercida y practicada por las instituciones del Estado. Así lo ambicionaban el padre Libertador, Simón Bolívar y el líder de la Revolución Bolivariana, Comandante Hugo Chávez.

El socialismo del siglo XXI venezolano es inclusión, respeto por las minorías. Los desafíos de esta modernidad líquida plantean la ruptura de viejos paradigmas. Debemos atrevernos a colocar la piedra fundacional de sociedades más libres y democráticas, donde no haya cabida para los fanatismos de ninguna especie, ni siquiera en el plano sexual.

 


 

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