Un mundo unipolar bajo la mirada del siglo XX
La geopolítica mundial y el ejercicio de las relaciones internacionales durante todo el siglo XX estuvieron marcadas por la configuración de un mundo unipolar. El poderío militar, puesto a prueba por Estados Unidos durante la segunda guerra mundial con el uso de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaky, fue determinante para la estructuración del papel de cada Estado dentro del concierto internacional, como expresión política de la división internacional del trabajo dentro del sistema capitalista. Estados Unidos necesitaba posicionarse como el gran hegemón, y esa fue la táctica utilizada.
Con la caída de la Unión Soviética en 1991, se pretendió establecer «el fin de la historia», expandiendo en sectores políticos y en la opinión pública mundial, la certeza de que a partir de entonces la geopolítica internacional estaría sustentada en la visión de un mundo unipolar; y ese llamado fin de la historia planteaba el fin del movimiento, un retorno a la época donde Galilei fue condenado por la inquisición al afirmar que “la tierra se mueve”.
Ese fin de la historia planteaba que la hegemonía estadounidense sería permanente, infinita, sin variantes en el tiempo.
El siglo XXI rompe esa certeza
Resulta que la historia no había terminado. En la entrada del siglo XXI, se abrieron nuevas circunstancias que rebatieron aquella verdad absoluta.
En América Latina, la Revolución Bolivariana, con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, dio impulso para iniciar un período de cambios políticos que impactarían no solo a lo interno de cada país, sino que a escala internacional, la región comenzó a posicionarse como un bloque de poder dentro de la geopolítica mundial, que luego permitió la creación de mecanismos de integración y unidad regional que confrontaban la visión tradicional de las relaciones internacionales.
La Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), Petro Caribe, Unasur y CELAC; son ejemplo de esta posibilidad.
Por otra parte, China y Rusia comenzaron a demostrar su incidencia en el concierto internacional y a emerger como potencias, poniendo en juego el papel hegemónico de Estados Unidos en la geopolítica mundial. Por una parte, China además del gran avance en el ámbito económico, científico y militar ha demostrado la capacidad de establecer relaciones internacionales de cooperación y complementariedad.
En el caso de Rusia, el liderazgo de Vladimir Putin ha permitido a este país entrar en la escena mundial con la fuerza que representó la Unión Soviética en su momento.
Ambos países han demostrado la necesidad de constituir instituciones sustentadas en la visión de un mundo multipolar como única vía para derrotar la práctica imperialista de Estados Unidos.
Un ejemplo de esto es la conformación del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en 2006, integrado por cinco economías emergentes que representan 43% de la economía mundial.
Este modelo de integración económica refleja una tendencia a la configuración de un modelo sustentado en la interdependencia de distintos bloques regionales; cuestionando el sistema financiero sustentado en los acuerdos de Bretton Woods, que solo responden a la hegemonía estadounidense.
EE.UU. y el “sálvese quien pueda” en atención al Covid-19
En el tratamiento a la pandemia mundial del Covid-19 se han reflejado las prácticas que emergen de ambos modelos que sustentan las relaciones internacionales. Por un lado, la estrategia del “sálvese quien pueda” que promueve Estados Unidos en el ámbito nacional e internacional, y por otro lado la política de cooperación y multilateralismo de Rusia, China, Venezuela y Cuba.
En el caso de Estados Unidos, en primer lugar se hace necesario destacar que mantiene medidas coercitivas unilaterales e ilegales contra países como Irán, Venezuela, Cuba y Palestina, entre otros; que golpean la capacidad de estos actores para asumir las medidas de contención de esta pandemia, al dificultar la adquisición de insumos médicos, alimentación, entre otros, que afectan directamente a la población en general.
Por otra parte, ha extendido la práctica de la piratería a escala internacional con el robo de 60 millones de mascarillas que iban dirigidas a Francia, o el “gangsterismo” contra Brasil como indicó Bolsonaro: “Estados Unidos envió 23 de sus aviones de carga más grandes a China para recoger el material que habían adquirido. Muchas de nuestras compras, que esperábamos confirmar para abastecer, fracasaron”.
El mismo destino ha tenido Canadá. El primer ministro canadiense Justin Trudeau ha recibido informes de bienes incautados por Estados Unidos: “Necesitamos asegurarnos de que el equipo destinado a Canadá llegue y permanezca en Canadá, y he pedido a los ministros que hagan un seguimiento de esos informes”. Además, este país aliado de EE.UU. enfrenta una reciente Orden Ejecutiva en la que Donald Trump bloquea la llegada de insumos médicos a Canadá y América Latina.
En el tratamiento interno a la pandemia, el desastre se refleja en que Estados Unidos es hoy el epicentro mundial con más de 470 mil casos y casi 20 mil fallecidos hasta la fecha. Donald Trump ha manifestado que 200 mil fallecidos en el país serían una victoria.
La emergencia de un mundo multipolar
Es evidente a los ojos del mundo el papel que han cumplido Rusia, China y Cuba en el ámbito internacional y la cooperación para superar la pandemia. Una vez controlada la situación en sus países, se han apresurado a brindar ayuda a otras latitudes enviando médicos especializados, científicos e insumos médicos a Italia, España, Francia, Serbia, Venezuela, Irán, Libia, Filipinas y al propio Estados Unidos; además de donar 20 millones de dólares a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la atención del Covid-19, en el caso de China.
La Unión Europea ha demostrado su inoperancia. Países como Italia se han visto obligados a recurrir a Cuba ante el abandono de sus pares.
Por otra parte, el avance científico de la isla ha permitido el intercambio de Interferón 2B, uno de los tratamientos probados más importantes para la atención de pacientes en fases avanzadas de la enfermedad, así como el envío de contingentes médicos a distintas partes del mundo. Esto a pesar de ser un país sometido a un bloqueo económico, financiero y comercial por más de 60 años.
El mundo se encuentra hoy en un momento de reconfiguración. La pandemia del Coronavirus ha hecho evidente lo que durante siglos ha sido discutido: el capitalismo es un modelo fracasado. Su filosofía es ajena a la defensa de la vida humana. Sus políticas son insuficientes para la atención de la población. La explotación de las masas no puede ser infinita. La explotación del planeta tierra no soporta mantener los niveles de consumo irracional y exacerbado vigentes.
La urgencia de un mundo multipolar es evidente. Los países que defienden esta visión han demostrado la capacidad de establecer políticas sociales coherentes y de enfrentar situaciones complejas para la vida de la humanidad.
También han demostrado la posibilidad real de establecer relaciones internacionales basadas en la cooperación, la complementariedad y la solidaridad.
Quedan muchas realidades por discutir, pero también queda una certeza irrefutable, como lo aseguró el Comandante Hugo Chávez:
«La causa sin duda (…) de todo este desastroso panorama es el sistema metabólico destructivo del capital y su modelo encarnado: el capitalismo«.