Capitalismo y cambio climático

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El alto costo del desarrollo

Con la llegada de la revolución industrial, la humanidad entra en un nueva era, el desarrollo  de la tecnología aplicada a los medios de producción, permitió al hombre acceder a niveles de prosperidad hasta ese momento impensables. La historia del crecimiento de las industrias y la optimización de los procesos industriales, así como el establecimiento del capitalismo como sistema político-económico mundial y la degeneración del mismo hasta convertirse en un sistema depredador, en una bestia voraz e inhumana, son temas propios para un nutrido análisis lateral.


No obstante, fijemos de inmediato un necesario axioma: No existe forma intermedia de capitalismo, el capitalismo es injusto, salvaje e insaciable. El capitalismo no construye nada, a excepción de dinero. Por el contrario, destruye y arrasa todo aquello que se le opone. O todo aquello de lo que necesita servirse.

Este capitalismo contemporáneo y su énfasis neoliberal, ha tenido su complemento en un individualismo político, esto es, el desmantelamiento de las redes sociales físicas –comunitarias, locales y cara a cara- que dan paso a la racionalidad del esfuerzo propio y a la construcción de identidad política a través de los medios de comunicación e información, como la televisión, revistas, radio y recientemente la internet. El achicamiento del Estado-nacional benefactor de los ochentas, conllevó el desfondamiento de los sistemas colectivos de debate y participación política, en donde se tematizaban diversas problemáticas locales que podían ser planteadas a través de los mecanismos formales que instituyeron los gobiernos del populismo y los informales tradicionales en los barrios urbanos y pueblos rurales.

En definitiva, la condición posmoderna de este capitalismo contemporáneo neoliberal, no sólo se ha consolidado en nuevas formas de producción de mercancías y de consumo de manufacturas como símbolos de identidad, sino también ha despolitizado lo político transitando hacia una moral de la libertad individual. Es el fin de la historia marcado por la imposibilidad de las utopías altermundistas, evidenciadas por la caída del muro de Berlín y el colapso de los países del bloque socialista. El cambio climático: fenomenología global e impactos locales.

El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático ha publicado información y datos que permiten describir el fenómeno de la siguiente manera:

“Hay evidencia observada en todos los continentes y la mayoría de los océanos muestran que muchos sistemas naturales están siendo afectados por cambios climáticos regionales, particularmente en aumentos de temperatura. Una evaluación global de los datos desde el año 1970 ha mostrado que es probable que el calentamiento antropogénico (de origen humano) haya tenido una influencia discernible sobre muchos sistemas físicos y biológicos. Están surgiendo otros efectos de los cambios climáticos regionales sobre entornos naturales y humanos, aunque muchos son difíciles de discernir debido a los factores de adaptación y no climáticos”.


Lo cierto es que el impacto del cambio es cada vez mayor y las políticas globales para su control y reversión, son insuficientes y no gozan del estatus de prioridad en las agendas de las naciones desarrolladas. EE.UU. se ha resistido a suscribir acuerdos cruciales para el clima, vale citar su negativa a incorporarse al protocolo de Kyoto, que se negoció en 1997 y entró en vigor en 2005, pero que nunca ratificó. En aquel momento se buscó que los países desarrollados redujeran sus emisiones de gases invernadero en un 5% para el año 2012 con respecto a los niveles de 1999, pero después se prorrogó a 2020.

Las alternativas que se plantean sobre el cambio climático conllevan un alto contenido político, a pesar de que se presentan como análisis neutrales emanados de una lógica cartesiana. En efecto, aquellos planteamientos que consideran que es posible la sustentabilidad agroalimentaria dentro de los ámbitos de la reproducción del capital, implícitamente aceptan (o explícitamente ignoran) que el capitalismo industrial continúe apropiándose de los bienes comunes (naturaleza, atmósfera, agua, etcétera) y de la riqueza social (trabajo, medios de producción y conocimiento) con fines de dominación.

Los datos son devastadores y angustiantes: según “Visual Capitalist” las emisiones de dióxido de carbono (CO2) aumentan a nivel récord cada año (a razón de 1,7% interanual), siendo China (27,2%) y Estados Unidos (14,6%) los que más aportan porcentualmente en gases invernaderos a nivel global. Estos gases son generados principalmente por las grandes industrias y  los millones de automóviles que existen en el mundo.

A medida que los gases invernaderos aumentan, la superficie de bosques y selvas disminuyen. A principios del siglo XX, contábamos con 50 millones de km2 de áreas boscosas y se redujo a 40 millones de km2. Para poder dimensionar este dato de alguna forma, vamos a poner un ejemplo: los 10 millones de km2 perdidos equivalen a la superficie de todo el continente europeo. Ahora bien, ¿Cómo se pierden selvas y bosques? Por la deforestación al servicio de  los Agro Negocios, demostrando la falta de equilibrio de este sistema de explotación y la matanza de nuestra casa: la Madre Tierra. La ecuación es sencilla, mientras más CO2 se produce, y menor cantidad de bosques haya, mayor será el calentamiento global.

Iman Ghosh, en un estudio realizado para Visual Capitalist, dice que por cada hora en el mundo se desperdician 55 millones de botellas plásticas; esto formaría  una montaña más alta que la estatua brasileña del Cristo Redentor de Brasil. Por día son 1.300 millones de botellas plásticas, formando una montaña de aproximadamente 324 metros. Según datos de la ONU, por causas de contaminación del aire, del agua y contaminaciones químicas, en el mundo mueren aproximadamente 12,6 millones de personas al año.

 

Los cambios de temperatura causados ​​por las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera de la Tierra han enriquecido a países fríos como Noruega y Suecia, al mismo tiempo que han frenado el crecimiento económico en países cálidos como India y Nigeria. Los  resultados de una investigación de la universidad de Stanford, muestran que la mayoría de los países más pobres de la Tierra son considerablemente más pobres de lo que hubieran sido sin el calentamiento global, según el científico del clima  Noah Diffenbaugh, autor principal. Al mismo tiempo, la mayoría de los países ricos son más ricos de lo que hubieran sido sin el cambio climático.


El desarrollo de las naciones poderosas ha sido labrado sobre las espaldas de las naciones más pobres, y esta situación no parece tener fin. Hoy, la tierra está en medio de un dilema de graves proporciones, y parece, lejos de mejorar, que empeora a cada rato.


Sin una revisión honesta de la situación climática mundial, acompañada de las acciones más radicales que hubieren, la tierra entrará dentro de los próximos 50 años en una nueva fase, la etapa de agonía planetaria.

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