Patrón plomo 2.0 | Por: Roberto Hernández Montoya

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Hace 50 años y 11 días Richard Nixon dejó de respaldar el dólar con oro y comenzó a avalarlo con plomo, es decir, si no les aceptas su papelucho te caen a plomo. Hussein, Gadafi… “¿Plata o plomo?”, preguntaba Pablo Escobar Gaviria cuando alguien se le resistía, lo que zanjaba la controversia. El patrón plomo les funcionó chévere y hasta ingenuamente pensé que me ganaría el Nobel de Economía por observar eso en un artículo que llamé “Patrón plomo”, pero ahora ese patrón está en quiebra con la espantá que echaron en Afganistán. Ya el Imperio no asusta como cuando John Wayne, John Rambo y el Hombre Araña.

Si pasó lo de Afganistán puede pasar cualquier vaina. Finalmente, aparte de lavado de capitales, como dice #FreeAssange, y proliferación de heroína por el mundo, que son asuntos menores, fue solo un escarmiento. Últimamente ha sido la principal labor del Imperio: represaliar a los pueblos que se le resisten. Por eso ha declarado la guerra al planeta entero. Y resistirse es simplemente ser distinto, hablar su propia lengua, creer en sus dioses o en ninguno, vestirse como le da la gana, ya eso se considera una “amenaza inusual y extraordinaria”. O sea, no tiene que llegar a la insurrección armada, basta ser diferente, tener otros gustos, cultura diversa. Por eso no entienden a nadie. No conocen las culturas milenarias del Medio Oriente, no saben que la China es un océano en que no se han mojado ni en sus orillas. Todo lo que no es hamburguesa y donuts es terrorismo y eso les provoca una ardezón y una furia infinitas, que llevan a bombardear, invadir y exterminar a troche y moche.

Pero parece que ya no más. La superpotencia con el mayor presupuesto militar pierde una guerra con un ejército en chancletas, al menos eso es lo que se divulga. Pero en todo caso no tienen portaaviones ni armas nucleares. Eso demuestra lo de siempre: que una moral alta rinde más que las armas más sofisticadas empuñadas con moral baja.

Las calamidades del Imperio son babilónicas: una pandemia de magnitud bíblica, una economía forajida, una elite política bandolera, ciudades fantasmas, gente viviendo en las calles, ¿sigo? ¿Viste la película Nomadland?

Así no se pueden ganar ni guerras económicas.

 

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

Fuente: ÚN.


 

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