Hay hechos y personajes trascendentales que por diversas razones no se les confiere el sitial que se merecen. La historia está llena de ejemplos así. En algunas oportunidades han sido «olvidos intencionados», como en el caso de la independencia de Haití, la primera República libre de esta región, hoy día sepultada en la miseria y el intervencionismo más obsceno. Y uno de cuyos máximos exponentes de lucha, el invencible, Toussaint Louverture, seguramente le diga muy poco (o nada) a las nuevas generaciones; y a las no tan jóvenes también. Pero, igualmente, hay otras situaciones en las que quizás por descuido o por la misma inercia arrolladora de los hechos, aspectos cruciales resultan de algún modo opacados, por otros que les suceden con mayor resonancia. En esa categoría pudiera englobarse a la declaración de la Independencia de Maracaibo.
Ese fue el elemento decisivo, para que se reactivara con todas sus fuerzas la lucha hacia la concreción de la independencia definitiva de Venezuela del reino de España.
Hito poco valorado
Sin embargo a pesar de ser un episodio crucial de la larga épica independentista, la emancipación de Maracaibo y todo lo que que ello representó, ha sido un acontecimiento que tiende a pasar desapercibido. Al menos, en el diseño curricular de las cátedras de historia; tanto a nivel de primaria, secundaria y educación superior. Y ello pese a que, realmente, se trató del revulsivo que encendió la chispa para la materialización de nuestra liberación en la histórica Batalla de Carabobo.
Lo primero que hay que tener presente, es que para la fecha en que se da la declaración de Independencia de Maracaibo (28 de enero de 1821), aún estaba en plena vigencia el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra suscrito entre el 25 y 26 de noviembre de 1820.
Aquel fue un momentáneo cese de las hostilidades, acordado en la mítica población de Santa Ana de Trujillo, entre el Libertador Simón Bolívar y el comandante de las fuerzas realistas, el capitán general, Pablo Morillo. El Ejército Libertador había aprovechado con mucha astucia la tregua convenida, para reagrupar todas sus fuerzas, en pos de un golpe decisivo.
Igualmente, las conversaciones para un posible acuerdo estaban estancadas, porque las posiciones eran sencillamente irreconciliables. De un lado la monarquía exigía el sometimiento de las fuerzas libertadoras a la soberanía de España; y del otro Bolívar se mostraba inflexible en exigir el reconocimiento de la Independencia de Colombia (La Gran Colombia).
De manera, que las tentativas de llegar a un acuerdo se habían congelado en una especie de punto muerto. Y tanto Bolívar, como el propio Morillo sabían que el único desenlace posible sería por la vía de las armas.
Un paso al frente
En una acción relampagueante y quizás inesperada hasta por el propio Bolívar el pueblo maracaibero, bajo la égida inexpugnable del brillante prócer, General Rafael Urdaneta, es el primero en sacudirse formalmente al oprobioso yugo español.
Y lo hicieron, como reseña el destacado historiador, Yldefonso Finol, con una astucia equiparable a la sapiencia milenaria del célebre Sun Tzu. «La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia”, reseña Finol, citando al proverbial estratega chino.
Ciertamente, la emancipación de Maracaibo permitió al Ejército Libertador controlar una zona estratégica por su posición geopolítica. Pero lo más importante dejaba la mesa servida al Libertador, para retomar el combate militar e ir al encuentro con la gloria.
El célebre escritor venezolano, Eduardo Blanco, en su obra cumbre Venezuela Heroica lo resume de este modo magistral:
«Una circunstancia ajena acaso a las insinuaciones de Bolívar, pero que él no dudó en aprovechar, pasando por sobre lo prescrito en el convenio de Trujillo, que religiosamente habían respetado hasta entonces sus contrarios, resuelve la cesación del armisticio. Fue aquella circunstancia, el pronunciamiento de la ciudad de Maracaibo por la independencia, y la ocupación de aquella importante plaza militar por tropas republicanas, contra el tenor expreso del tratado vigente. (…) y de hecho el armisticio queda roto», explica Blanco.
Ataque envolvente
Un poco antes de esos hechos, y como anticipando la derrota, el general Morillo había declinado seguir al frente de las tropas realistas. Este fue un duro golpe para la causa monárquica, pues Morillo era un militar de impecable formación castrense, hábil estratega y valeroso combatiente. Sin embargo, en los más profundo de su ser, sabía que Bolívar y su su indómito Ejército serían un obstáculo insalvable.
«Vanas fueron cuantas demostraciones hicieron al pacificador los partidarios de la causa de España para conservarle al frente del ejército; irrevocable en su propósito, Morillo no cedió ni a ruegos ni a amenazas; antes bien aceleró su marcha y el 17 de diciembre de 1820 , abandonó el país, confiando al general La Torre (Miguel de) el mando del ejército y la suprema dirección de la guerra«, apunta Blanco.
Consumada la adhesión formal de Maracaibo, Bolívar hace gala, una vez más de su genio militar. Gira entonces instrucciones a Urdaneta de consolidar el control en Maracaibo y tomar a su vez Coro. Al coronel Carrillo con las tropas de Reyes Vargas y las milicias de Trujillo, les ordena apoderarse de Barquisimeto y el Tocuyo. Mientras que desde Oriente da la señal a Bermúdez de tomar Caracas, invadiendo los valles de Barlovento. Por su parte, Zaraza y Monagas tendrán la tarea de llevar la guerra a los territorios de Calabozo y Orituco.
Así va preparando Bolívar el escenario para coronar una lucha titánica de 11 largos y duros años en pos de un hermoso sueño: la Libertad. Nadie nos regaló nada, todo lo ganamos a sangre y fuego. Luego vendría la gloriosa jornada de Carabobo, hacia cuyo Bicentenario nos encaminamos hoy orgullosos todos los bolivarianos. Pero no podemos olvidar nunca que fue Maracaibo: la provincia que encendió la chispa para la independencia definitiva en Carabobo. Qué bien vendría una novena estrella en el pabellón tricolor para hacer justicia al noble pueblo maracaibero. Y a todo el Occidente.