La izquierda de la derecha | Por: Roberto Hernández Montoya

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¿Qué sería de la derecha sin izquierda? Mussolini fue socialista, por ejemplo. Rómulo Betancourt fundó varios partidos leninistas, entre ellos Acción Democrática, que él mismo definió como «policlasista, antiimperialista, antifeudal y leninista». En 1945 encabezó la que llamó Revolución de Octubre, porque casualmente sucedió en ese mes, como 28 años antes la original. Hasta que a partir de 1959 se dedicó a asesinar leninistas.

La lista de tránsfugas da para tomos enciclopédicos. Es ya trivial y más aburre que indigna. La Revolución Bolivariana ha sido fecunda en deserciones. Ahí está esa clientela haciendo el ridículo en una derecha que la desprecia porque es despreciable, a pesar de cuánto rinde. La burguesía no perdona, sobre todo a quienes le sirven. Es sensato desconfiar de desleales.

No es que la derecha no genere cuadros sino que quienes vienen del lado izquierdo aportan la ñapa de conocer cómo opera el movimiento popular para combatirlo con más ganancia. Porque no es que cambian de enfoque y matizan criterios sino que en la derecha profesan el mismo nerviosismo que antes del salto. Hay izquierdistas que no conocen la moderación ni cuando brincan para la derecha. Stalinistas aquí, neoliberales allá, extravagantes siempre. Histeria.

Como no les da vergüenza, estiman que la sordidez es un deber. No parece que sea para tanto, pero es su acérrima doctrina que deben dar garantías de fidelidad mediante la abyección, que no entiendo cómo se puede ser fiel e infame a la vez. De tanta insistencia la derecha termina sobrellevando la metamorfosis y les dejan las sobras que caen de la orillita, que esta gente hablantinosa y yente-viniente devora con gula después de demasiados años pelando. Hasta que no aguantaron más la presión del oficio.

¿De dónde sale esta ecología derecha-izquierda? APRA, PRI, PSOE, AD, socialdemocracia. No tengo estadísticas y dudo que existan porque es un conjunto borroso, cuya esencia es la confusión. No me saquen de mi ambigüedad, que me confunden. Se alimentan del burlesque y sus fotos siempre salen movidas. Alimentan el resto de su guayabo de vida de ese salto ornamental de talanquera, que se les vuelve un TOC, trastorno obsesivo-compulsivo.

Con razón aburren.

Roberto Hernández Montoya

 


 

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