Este domingo se registró en Colombia la masacre número 25 en lo que va de 2021. Pasó en un caserío del municipio de Circasia, en el Departamento de Quindío, al oeste del país.
Un tiroteo en la zona dejó 4 personas muertas y 3 heridos, los cuales habrían sido atendidos en un hospital de la localidad.
El suceso se habría registrado a la una de la madrugada, con lo que otra masacre vuelve a decorar la rutina violenta de Colombia.
De acuerdo a medios locales, todavía no se ha determinado la razón del ataque. Las autoridades manejan como hipótesis el presunto enfrentamiento entre bandas rivales por el control del tráfico de drogas.
Con 4 meses transcurridos y 25 masacres, la situación ha dejado servido el promedio fatal de una cada 5 días. Y si esta rutina se sostiene en los 8 meses que restan, Colombia se encamina al menos igualar o superar las 76 masacres del año pasado.
Esta última cifra fue la que publicó la Alta Comisión de los Derechos Humanos de la ONU, la cual determinó como la más alta en un año en ese país.
Desviar la atención
Este fenómeno devastador de las masacres, y que el gobierno de Iván Duque ha querido rebajar con la maroma semántica de “homicidios colectivos”, se cobró la vida de 292 personas, incluyendo a 6 niñas y 18 niños.
La masacre de Circasia se produjo al día siguiente del asesinato de un padre y su hijo en la localidad de Huila.
De acuerdo a organismos locales defensores de los DD.HH. estas acciones de la violencia afecta esencialmente a poblaciones pobres y rurales.
Mientras transcurre este drama, que también se lleva deliberadamente por en medio a líderes sociales, las autoridades colombianas solo parecen tener su atención puesta en Venezuela, hacia donde parecen querer empujar la rutina de su violencia.