El Tribunal Supremo de los EE.UU. vuelve a estar completo. Este lunes juró la magistrada Amy Conney Barrett, una figura promovida por el presidente Trump y ratificada por la mayoría republicana en el congreso.
Con el escaño de Barrett en el máximo tribunal, la justicia norteamericana se vuelve más conservadora con una correlación de 6 a 3.
La nueva magistrada viene a ocupar el asiento vacante que dejara la fallecida Ruth Bader Ginsburg; una figura progresista en el entorno de sus colegas en la máxima instancia judicial del país.
Los demócratas se opusieron a su designación, y más aún a una semana antes de las elecciones.
En la historia del país es la primera vez que se jura a un nuevo juez de la corte en víspera de los comicios presidenciales.
El apuro de Trump por llevar a Barret a la Corte Suprema es vista como una forma de garantizarse suficiente apoyo a la hora de que el tribunal tenga que pronunciarse sobre algún recurso de revisión de los escrutinios de las próximas elecciones.
Defecto de origen
La nueva magistrada es la número 155 en la historia de los EE.UU. y la quinta mujer. La nueva ficha de Trump en la Corte viene a ocupar el asiento de Ginsburg para empezar así un trabajo vitalicio que altera aún más el precario equilibrio que había en el máximo tribunal entre conservadores y “progresistas”.
Barrett empezaría oficialmente su trabajo el 2 de noviembre; justo un día antes de las elecciones presidenciales que han sido ya calificadas como las más importantes en los últimos tiempos en ese país.
Ante el defecto de origen de ser promovida apuradamente por Trump, Barret dijo que actuaría bajo la inspiración de la constitución y no en base a sus preferencias personales.