Están atacando en todos los frentes. Desde el boicot parlamentario hasta el paro insurreccional, del desconocimiento a la invitación al golpe; en todos los casos una guerra cerrada en los medios de comunicación hegemónicos y en las redes sociales. En todos los casos algún tipo de guerra económica que con nosotros o Cuba llega al bloqueo, que en otros casos es saboteo y siembra de desconfianza.
No es Venezuela sola. Es contra Cuba, Nicaragua, Bolivia, Perú. En todos los frentes estamos bajo ataque. Bajo ataque porque efectivamente estamos ahí. Y aquí vale la pena señalar de quién hablamos cuando decimos que estamos bajo ataque. Porque se trata de gobiernos muy distintos, y estamos incluyendo en la lista al maestro Pedro Castillo de Perú; el mismo que salió dándole la mano al señor vagabundo Almagro. (Recuerdo a la señora que dijo en la calle: es un maestro, es uno de los nuestros, ojalá no nos traicione).
Y es que en realidad no se trata de un tema de izquierdas y derechas, se trata de gobiernos populares que han roto o parecen romper las reglas del capitalismo, y la sujeción al imperialismo. Decía Evo Morales en esta semana que para ser auténticamente “progresista” había que ser antiimperialista. La ruptura de la regla se produce cuando al gobierno accede alguien “que no debería”; sea un maestro rural, un comandante guerrillero o un autobusero y, sobre todo, cuando pretende seguir siendo pueblo, sin conformarse con caerle en gracia a las burguesías nacionales; cuando asoma la posibilidad de tocar los intereses de quienes se consideran dueños de la sociedad, cuando desafía el papel de perrito faldero que, sabiamente, se atribuía a sí mismo uno de los delincuentes que fue presidente de Perú.
Lo que está en juego cuando un pueblo pretende hacer su propio destino es su dignidad. A eso llamamos Patria, esa a la que se puede volver aunque uno se haya ido despotricando de ella.