La acción oportuna y radical del Estado Venezolano para gestionar la crisis que azota al mundo entero por el COVID-19, contrasta con la posición irresponsable de la administración Trump, que en medio de burlas vio cómo el virus se propagó en el país, dejando al pueblo norteamericano en un franco riesgo. Venezuela está bajo una cuarentena social y en estado de alerta, con un pueblo que ha respondido con disciplina y un gobierno que ha asumido las riendas tomando medidas económicas, sociales, comunicacionales y de seguridad, al tiempo que ha creado los puentes diplomáticos para garantizar la mejor asesoría y asistencia al pueblo venezolano, esto bajo las restricciones que las sanciones implican para el país. EEUU, por su parte, es actualmente el epicentro del coronavirus, el primer país con más contagios: según datos oficiales son al día de hoy son 92.932 casos infectados y la cifra de muertes supera los 1300. Por supuesto que si a esto agregamos el hecho de que son China, Cuba y Rusia los que se han movilizado para apoyar a países como Italia, deja a EEUU con una imagen deprimente desde el punto de vista político. Venezuela gestiona mejor la crisis que la primera potencia del mundo y los países con orientaciones socialistas, o por lo menos contrarias al imperialismo norteamericano, se muestran solidarios y fuertes.
A EEUU lo está emplazando la propia realidad, la potencia se ve contra la pared, entonces ¿qué hace? Crea una matriz mediática para nuevamente desprestigiar al gobierno de Venezuela que copa los titulares del mundo, con esto desvía la atención a la vez que tensa las relaciones políticas en América Latina. Su estrategia mediática funciona, no obstante, frente a una crisis tan grave como la que vive la humanidad, es imposible tapar el sol con un dedo: La administración Trump está en llamas, la corona se tambalea. Mientras tanto Venezuela tiene nervios de hierro.
Terrorismo
Por otro lado, en medio de la crisis sanitaria global contra el coronavirus, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, denunció este miércoles en conferencia de prensa un nuevo plan desestabilizador de la oposición venezolana, el cual buscaba ejecutar asesinatos selectivos y un nuevo intento de magnicidio contra el Presidente Nicolás Maduro. El proyecto desestabilizador se hizo público luego de que se interseptó en Colombia, una camioneta con un arsenal de armas que iba camino a las manos de grupos entrenados por agentes norteamericanos en territorio colombiano para desarrollar acciones terroristas contra Venezuela. Eran al menos 26 fusiles de asalto AR-15, miras telescópicas, visores nocturnos, silenciadores para rifles, 30 miras láser, designadores láser y radios de comunicación, así como chalecos y cascos tácticos, todo valorado en aproximadamente 500 mil dólares.
El presidente de Colombia, Iván Duque, permite el desarrollo de planes violentos contra Venezuela, rebaja a la hermana república a ser un portavión atracado del imperialismo norteamericano en el sur del continente. Es muy grave lo que está sucediendo desde el punto de vista diplomático, por esto es vital desarrollar una campaña que llame a la comunidad internacional a hacer respetar las normas que garantizan las paz en el mundo. La verdadera cara del terrorismo en América Latina es la del imperialismo norteamericano, que ha apoyado regímenes sangrientos y genocidas: 30.000 muertos en Argentina solo entre 1976 y 1983; 3.500 muertos y 35.000 torturados en Chile durante la dictadura de Pinochet, 75.000 muertos en el Salvador entre 1980 y 1991; 11.000 desaparecidos en el régimen del general Stroessner en Paraguay; 70.000 asesinados por causas políticas en Perú entre 1980 y el 2000. Y estas cifras se repiten en cada país Latinoamericano que vio llegar la ayuda de EE.UU. y su paquete neoliberal, o más bien colonizador.
Antes la excusa fue la lucha contra el comunismo, hoy EEUU utiliza de forma cínica el argumento de los narcoestados, cuando la relación entre el narcotráfico y el país del norte está demostrada y existen causas abiertas, incluso en la misma Colombia, donde Álvaro Uribe Vélez, político de ultraderecha y aliado de la Casa Blanca, sigue actuando como un capo. Colombia, cundida de bases militares norteamericanas, es el país con mayor producción de cocaína en el mundo, sin embargo, en Washington, D.C. el Fiscal General de los Estados Unidos, William P. Barr y oficiales del Departamento de Justicia designaron a Venezuela como un estado terrorista, dándole precio a la cabeza de Diosdado Cabello y Nicolás Maduro.
Imperialismo
EE.UU., desestimando el llamado de las Naciones Unidas de cesar con las sanciones en esta época difícil, aumenta su agresividad contra Venezuela, busca aprovechar la crisis sanitaria global para avanzar en sus planes golpistas y maquillar su ineficiencia como Estado. La administración de Donald Trump pretende además garantizar las condiciones para recuperarse de la grave crisis económica que se avecina luego de la recesión que sufrirá la potencia norteamericana. Es hoy más necesario que nunca para los EE.UU. tener control de las reservas petroleras venezolanas, por eso, a pesar del fracaso que ha significado el apoyo al opositor Juan Guaidó al autoproclamarse jefe de Estado, EE.UU. tratará de desestabilizar una vez más a Venezuela, sin embargo, a pesar de tener poder en los motores, los cauchos los tienen espichados, pues Juan Guaidó está hoy está más débil que nunca. Es cada vez más impotente y con cada acción fallida su imagen es más ridiculizada.
No obstante, no hay que subestimar al enemigo, la sanciones contra Venezuela han surtido un efecto importante en la vida del pueblo venezolano, el congelamiento de los activos del país, el robo de bienes y el bloqueo permanente para encontrar soluciones alternativas, sigue representando una batalla por ganar. Entonces, si bien el coronavirus es mortal, es necesario reconocer que el imperialismo ha matado muchas más personas que el virus que hoy azota a la humanidad. En este contexto, el estado de emergencia debe plantearse un doble propósito, salvaguardar la vida de los venezolanos y las venezolanas a través de todas las medidas necesarias para cortar con el COVID-19 y al mismo tiempo activar todos los mecanismos de organización social y defensa de la soberanía para resguardar la paz y la patria de la injerencia imperialista. Esto implica, entre otras cosas, colocar en jaquea los representantes del imperialismo norteamericano en territorio nacional y dejar en claro que cualquier acción desestabilizadora en este tiempo de contingencia será considerada traición a la patria y penada severamente. La lucha contra el imperialismo comienza en casa.