Tío Tigre y Tío Conejo | Por: Roberto Hernández Montoya

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Tío Tigre es un bestia. Por eso el avispado. Tío Conejo siempre se las gana, porque es animal pero no bestia. Lo mismo pasa con Pedro Rimales y Juan Bobo. Pedro es malandrín como el felino y Juan es extremadamente chiquilicuatro. El nombre “Rimales” deriva del de don Pedro de Urdemalas, pícaro de tradición panhispana. Ya nadie habla esos cuentos, pero hasta poco eran risa de chicos y grandes. El algoritmo perdura en nuestro ADN cultural, los memes de que habla Richard Dawkins.

Hogaño nos está auxiliando en esta guerrilla contra el bloqueo que los yanquis llaman sanciones, porque ellos también son pícaros. Para gambetear el asedio, el gobierno ingenia en silencio hora a minuto astucias de Tío Conejo. Es lo que procura lo que logramos comer y las vacunas que nos van poniendo. El país opera a punta de vivezas.

Es así como Yulimar rompe el récord olímpico, el mundial y viene con oro. Ganamos un platal en medallas, pese a que nos niegan entrenamientos, competencias, fogueos, uniformes, a Dhers le roban la BMX y mil socaliñas cotidianas. Pero, diría el Chapulín, “no contaban con mi astucia”.

Cabrujas, nuestro antropólogo mayor, se burlaba de la viveza criolla, porque nos hace fantasear que los gringos son mensos cuando que nos vienen metiendo palo y medio desde hace más de siglo y medio.

Cabrujas añadía que la historia es “flujo, reflujo, ola”. La tortilla se volcó y ahora esa viveza está funcionándonos para tener electricidad lo más del tiempo, que internet llegue a muchos monitores y reconquistemos la Cota 905.

Si no, Trump y Biden, esos chiquilicuatres de la Burguesía Profunda, nos revolcarían pero feo. No habría país. La burocracia imperial ha decidido caotizar el mundo, comenzando por los propios Estados Unidos, que no les arriendo la ganancia, mira como se están cayendo a pedazos, cual el condominio de Miami; colas kilométricas para comer, que ni en Venezuela; multitudes viviendo en las calles, cientos de miles de muertes por la pandemia, ciudades fantasmas, tiroteos callejeros, asesinatos seriales policiales, la gente no quiere trabajar, ¿sigo?

Cuando un imperio naufraga, otro emerge. Está en el libro La escalada de Tucídides, de Vladimir Padrino López.

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

Fuente: ÚN.


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