Taller literario opositor | Por: Roberto Hernández Montoya

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Taller literario opositor | Por: Roberto Hernández Montoya

No tengo pretensiones de poeta y por eso nunca fui proclive a los talleres literarios. Los promoví en la arcana Renovación de Letras de la UCV, tan olvidada que a veces dudo si existió lucidez y probidad tantas. Me pregunto hoy cómo operan esos talleres para aprender a producir artefactos literarios. Porque no es solo la mecánica de las palabras sino de las ideas, las sensaciones y las imágenes. Debe ser una espléndida experiencia. Eso en su virtud, pero me sorprende que hogaño se use para la perversidad de inventar bicicletas nucleares iraníes, contumelias grotescas contra gente buena, es decir, la más triste depravación del espíritu.

¿Cómo se llega a degradación tal? No sé. Apenas conozco su mecánica externa y me abisma cómo se puede usar el sublime instrumento verbal para la sordidez y la corrupción del que Gabriel García Márquez llamó “el mejor oficio del mundo”, el periodismo.

Porque no me cabe en el alma usar las letras, para mí sagradas, para envilecerse envileciendo a una sociedad toda entera, engendrando odio suficiente como para terminar quemando personas vivas por las calles y tensando alambres para degollar viandantes en moto.

La máquina perversa que produce esos efectos no es solo verbal. Está también el naufragio moral de los espíritus, que alimenta el del lenguaje y este el de los espíritus, recursivamente.

Hay laboratorios mercenarios incansables y perpetuos que jamás cesan de generar infamias. La mecánica no me intriga. Lo que sí me pasma es el espesor moral que lleva a alguien a vivir en eso y de eso. Todo el tiempo, sin reposo. Inventando que los perniles tienen sietecueros, que hay una oficialidad cubana instalada en los cuarteles comandando la Fuerza Armada Bolivariana, círculos de adoración perpetua entregados a elevar plegarias para rogar por lo peor para la dirigencia chavista. ¿Qué clase de inervación se requiere para un comportamiento tal? Su sueño distópico más delirante es el cacerolazo perpetuo. Por eso la más sublime producción intelectual de la oposición es la bomba “puputov”, trasunto de su estado de espíritu.

Este fanatismo goebbeliano nace con la contrarreforma de Isabel la Ultracatólica que inspiró a Franco y ahora a Vox y la mirada de Leopoldo López.

 

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

Taller literario opositor | Por: Roberto Hernández Montoya

Fuente: ÚN.


 

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