A pocos días de la llegada del covid-19 a Venezuela comenzó un desabasto de combustible en este país del sur, productor petrolero mundial por excelencia. La oposición ha intentado capitalizar adeptos con la situación, delicada por demás porque afecta la cotidianidad del común, aunque ya esa cotidianidad está trastocada por las medidas preventivas que impone cumplir el nuevo coronavirus, para evitar su propagación exponencial. Pero si bien los más deben cumplir con la cuarentena, también es cierto que sectores priorizados como salud, comunicación y ciencia no han detenido sus labores.
No obstante, el Gobierno nacional ha explicado que la escasez es más bien una consecuencia directa de las restricciones que impone la administración de Donald Trump a la compra de aditivos y diluyentes necesarios para la producción de gasolina, bien sea porque bloquea ilegalmente fondos propiedad del Estado venezolano y/o porque prohíbe a terceros transar con empresas estatales, como Petróleos de Venezuela (PDVSA), y afines.
Pero además destaca el secuestro que hicieron la oposición y la gestión de Trump de la filial venezolana Citgo, con sede en Texas, Estados Unidos, sin que se sepa adónde fue a parar el patrimonio neto de esa compañía. Muchos opositores se han preguntado por qué si a sus propios líderes les preocupa la escasez de combustible, y dicen tener control gubernamental, no han gestionado prontamente envíos de gasolina de la refinadora de petróleo y comercializadora de gasolina. ¿Acaso les conviene el caos y el hartazgo de la población en tiempos que ya de por sí son complejos por todo lo que encierra el covid-19?.