Una mirada a vuelo de pájaro por la historia reciente de nuestros pueblos es suficiente. Salta a la vista en libros y documentos que el santanderismo colombiano constituye la herencia legítima de un movimiento tan servil como el guaidosismo. Es una traición que viene de lejos.
Como dice el refrán, de aquellos polvos vienen estos lodos. El general colombiano Francisco de Paula Santander pudo haber sido una pieza clave para conservar la unidad del proyecto gran colombiano.
No obstante, sucumbió a sus bajas pasiones. Entregado en brazos de una oligarquía que odiaba como pocas a las clases populares, se dedicó a destruir lo que tanta sangre y heroísmo costó al padre Bolívar y a su Ejército Libertador.
Ética incorruptible
Santander y Bolívar son dos personajes históricos que antagonizan en todo. Pero quizás sea en el plano militar donde saltan a relucir las mayores diferencias. Fue Bolívar un hombre influyente en el campo de batalla respetado por las tropas y temido por sus enemigos.
La doctrina del Libertador en el campo militar, acorde con su elevado sentido de la ética, era tratar de aventajar en todo a los hombres que comandaba. Esto para tener la moral suficiente de exigir grandes sacrificios.
“Siempre adelante, nunca atrás”, era la máxima de Bolívar. Igualmente, como reseña Perú de la Croix, pensaba el Libertador: “El hombre que manda los demás: en todo, si es posible, debe mostrarse superior a los que deben obedecer: es el modo de establecer un prestigio duradero e indispensable”.
Militar de pocos talentos
No se puede decir lo mismo de Santander, ni del santanderismo. Como refiere el historiador, Indalecio Liévano Aguirre, el 16 de septiembre de 1816, tras la victoria de Pablo Morillo en la Nueva Granada se registraría un evento que marcaría por siempre al oficial colombiano. La Junta de Arauca designa al entonces coronel Santander como jefe del Ejército patriota.
Sin embargo, la decisión generó el rechazo inmediato entre los llaneros combatientes, quienes desconocieron la autoridad de Santander. No les inspiraba ningún respeto, mucho menos confianza. Los soldados venezolanos aclamaban en cambio al general venezolano José Antonio Páez.
Cuando el alto oficial neogranadino preguntó qué ocurría, las tropas contestaron a Páez: “que no descubriendo en Santander la capacidad y buen tino para salvarlos en aquellas circunstancias tan peligrosas habían acordado dar aquel paso”, (de desconocerle).
Sed de venganza
El episodio hirió en su amor propio a Santander. Este evento, aunque nunca lo reconociera abiertamente, anidó en el alma del general sórdidos sentimientos de venganza que se pondrían de manifiesto años más tarde.
Mientras Bolívar avanzaba en las campañas andinas, ya selladas las victorias de Carabobo y Boyacá, Santander se trababa en fricciones con Páez, quien a su vez también se había dejado seducir por las oligarquías venezolanas. La rivalidad entre ambos generales fue una de las principales fracturas del proyecto gran colombiano de unidad.
El Libertador trató de mediar entre ambos, pero visto el prestigio militar de Páez inclinó ligeramente la balanza en favor del centauro llanero, para evitar una guerra civil en Venezuela. Ése sería uno de los detonantes para que Santander consumara una de las mayores traiciones de la historia.
Saboteó abiertamente el congreso anfictiónico de Panamá y tramó la conspiración septembrina para acabar con la vida del héroe suramericano.
Cruel y traicionero
La traición no quedó allí algunos años luego de la conspiración septembrina, ya como presidente de Colombia, Santander fue un fiero perseguidor de las personas leales a Bolívar. Buena parte de ellos fueron ejecutados y el mandatario tenía el cuidado de asistir a los fusilamientos, como para asegurarse que estaba borrando para siempre el legado bolivarianista.
El escritor estadounidense, Waldo Frank, caracteriza a Santander como un hombre traicionero y cruel. Igualmente, su fama de legalista y virtuoso, en realidad fue el recurso para intentar tapar, por un lado la infame traición a Bolívar y por otro su entrega a una oligarquía avara plegada totalmente, primero, al imperialismo inglés y luego al norteamericano.
Otro exponente aventajado de la felonía sería el caudillo del Valle del Cauca, José María Obando. Uno de los cabecillas del clan septembrista, quien a la postre pasaría a la historia como el tristemente célebre responsable de la emboscada y asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Como se ve todos eran parte del mismo combo vil.
Por la plata…
Su entrega a la oligarquía colombiana fue el otro rasgo característico del santanderismo. Esta doctrina es adicta a los imperialismos, detesta conceptos como la soberanía popular, la solidaridad entre los pueblos y la complementariedad.
Han pasado más de 200 años de la independencia de Venezuela y de la creación de la Gran Colombia. Pero el santaderismo, lamentablemente, sigue vivito y coleando. Tiene sus legítimos herederos tanto en la república colombiana, como en nuestro país.
La oligarquía colombiana más rancia que nunca, masacra a su pueblo todos los días. Sus gobernantes como el presidente, Iván Duque, en vez de agradecer a Bolívar por la independencia de su país, agradece a los padres fundadores de EE.UU.
#Cartagena | Hace 200 años el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial, por lo que recibir hoy su visita nos llena de alegría y de honor, precisamente este año del #Bicentenario, tan importante para nuestro país. #PompeoEnColombia pic.twitter.com/03iBj7dQZK
— Iván Duque ?? (@IvanDuque) January 2, 2019
La operación Gedeón fue tramada y ejercitada en territorio colombiano. Allá se le ha dado refugio a sujetos como Pedro Carmona Estanga y Julio Borges. ¿Quién puede dudar que el guaidosismo tiene su verdadera esencia en el santanderismo colombiano?
Dos proyectos están en pugna, por un lado el entreguismo servil de Guaidó, por otro la esperanza de un pueblo que se mantiene en resistencia resuelto a ser libre. Con el liderazgo del Comandante Chávez primero y ahora con el presidente Nicolás Maduro al frente, el pueblo venezolano rompe con ese pasado de traición. Nos mantenemos firmes con la causa bolivarianista.
Los oligarcas de allá y de acá, así como sus marionetas (Guaidó), son los legítimos herederos del santanderismo. Nosotros en cambio somos los legítimos herederos del legado de Bolívar y de Chávez.