Revolucionar permanentemente, significa que la historia no tiene fin. Que no es un proceso lineal, ascendente, fatídico, inevitable y progresivo. Un “hacia adelante”, futuro único propuesto por la modernidad, convirtiendo a la ciencia, el libre mercado y la democracia liberal en fundamentos de la Ciudad de Dios.
Entonces es un proceso diverso, una heterogeneidad histórica estructural, una coexistencia de tiempos históricos diversos, sin soluciones de continuidad múltiples. El pasado dota de sentido al presente y el presente es fabricación permanente de futuro. Pero no cualquier futuro, presente o pasado. Sino el que realiza, realizó y realizará un colectivo en su permanente lucha por destruir toda forma de opresión.
Ese colectivo, país, nación, patria, comunidad y humanidad ha tenido, tiene y tendrá unos y unas dirigentes, lideres, mesías, reyes, estadistas, presidentes, caciques, incas, dignidades… cuyos “actos, hechuras y hazañas, fueron el empalme entre su corazón, conectado con el corazón colectivo, y las circunstancias históricas donde actuó. (Briceño Guerrero).
Desde Guaicapuro, Apacuana, Miguel y Andresote hasta Teresa Heredia, La Avanzadora, José Leonardo, Gual, España, Miranda, Manuelita y Bolívar, Zamora e, indiscutiblemente, Chávez. Son ese centro de afectos y pensamiento que revelan al colectivo “su propio poder, su propia capacidad (..) no ya de desear sino de realizar” (Germán Carrera Damas) Esto lo comprenden quienes tienen un corazón que siente y unos ojos que ven al pueblo. Esos personajes son el recuerdo colectivo de las hazañas propias del pueblo y de su propio poder de transformar la historia.
Son símbolos del sentir popular que impulsan la acción: “tienen, sobre todo, la virtud de condensar un programa de lucha” (GCD) Pero, cuando esos símbolos se usan contra el pueblo para traicionar sus legítimos anhelos de libertad, igualdad y suprema felicidad se troncan en una mezquina trampa ideológica.
En cambio, cuando el amor popular a sus líderes máximos, se convierte en cátedra para transmutar el recuerdo en conciencia histórica de un pueblo y fortalecer su voluntad y capacidad de revolucionar. Estamos ante la ruptura del orden opresor, la posibilidad de un orden liberador y la necesidad de permanecer en el tiempo revolucionario. Ese es el culto digno y liberador que le rinde nuestro pueblo a Bolívar y a Chávez, ese es el culto que el líder de la revolución bolivariana Nicolás Maduro cultiva en su corazón y el de su pueblo.
LUIS FELIPE PELLICER
@historiainsurge
ÚN.