Hay cultura sin revolución pero no revolución sin cultura. Porque la revolución es un hecho esencialmente cultural.
Y cultura no es solamente bellas artes sino también el modo de ser, entre mil cosas. Y de gobernar, que hasta hoy ha sido universalmente despotismo y desaprensión. Pero ahora estamos ante una mutación. No será fácil, pero no imposible porque la cultura venezolana está revolucionando todo. Una de las raíces de la xenofobia que nos infligen porái es que no bajamos la cabeza. La tradición virreinal de servilismo no nos llegó porque nuestra levantisca cultura indígena lo impidió.
Nicolás acaba de anunciar una innovación insólita en el mundo: el gobierno por redes sociales. Que estas sirvan para que gobernemos todos, comunicando a las autoridades nuestras necesidades. Se revienta una tubería y no hay que esperar tres años para que algún funcionario corrupto descubra que puede cobrar una comisión por repararla. Bastará, espero, que se señale el tubo en una red social para que quien se encarga de eso haga su trabajo. Eso es el gobierno de calle, que también será de redes.
La tecnología ha creado la “cadena de bloques”, que permite certificar todo lo certificable. Por ejemplo, la cédula, que ya no será un plástico sino un archivo confiable en pantalla, gracias a la cadena de bloques, que también llaman blockchain. Este sistema permite encadenar millones de computadoras que entre todas registran cualquier trámite que ya no se puede falsificar. Aprenderemos que el mejor sistema electoral del mundo puede perfeccionarse todavía más con la cadena de bloques.
Venezuela está a la vanguardia de casi todo. Hemos logrado una vacunación de 80%, delante de los países que tienen la petulancia de autoproclamarse civilizados y más bien están a la vanguardia de la barbarie. No mencionaré países, solo te sugiero que pongas cualquier noticiero y te enteres, si ya no sabes. Estamos en la delantera para lo bueno pero también para lo malo. Basta que algo pase en Venezuela para que a los pocos meses pase en cualquier parte del mundo. Como las colas británicas para la gasolina. Perdón, prometí no mentar países, pero se me cayó de la boca porque me acordé del oro.
ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA
@rhm1947
Fuente: ÚN.