Redada en Venezuela: la manipulación del Washington Post

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«Redada en Venezuela: cómo un ex boina verde y un general defectuoso planearon capturar a Maduro», fue el titular de un reportaje del Washington Post del 10 de mayo, con el que el medio crea un relato en torno a la figura de Jordan Goudreau, director ejecutivo de Silvercorp USA, contratado por Juan Guaidó para entrenar con mercenarios estadounidenses a militares desertores venezolanos en técnicas de guerra y concretar posteriormente un desembarco en costas venezolanas.

Mercenario condecorado

Un militar norteamericano pero no estadounidense, nació en Alberta en las montañas rocosas canadienses, proviene de una familia castrense y cuando salió de la universidad, se alistó al ejército de Canadá. Luego a los 20 años se mudó a las afueras de Washington, en casa de un familiar. Allí se alistó al ejército de Estados Unidos (EE.UU.) que le prometió unos $75 mil dólares.

Goudreau se unió a la compañía Charlie del primer batallón, décimo grupo de Fuerzas Especiales, unidad destinada a la “lucha contra el terrorismo” en Europa, desde donde también “sirvió” en Irak y Afganistán. Allí sería llamado como un “guerrero talentoso y descabellado”. Le gustaba “pelear” y eso le llevó a tener muchos problemas en el “servicio”. Posteriormente fue “galardonado” con tres estrellas de bronce producto de sus “hazañas”, una de ellas, según el propio mercenario fue el ver a Saddam Hussein “colgado”.

Mercenario estafador

En 2012, según el Washington Post y confirmado por el Departamento de Defensa, se le abrió una investigación por haber “defraudado” al gobierno por unos $62 mil dólares mientras se encontraba en “servicio”, pues recibió subsidios de viviendas inflados para su esposa, al afirmar que ella vivió en Brooklyn de 2009 a 2012, cuando la realidad era que vivió en Arizona y Carolina del Norte donde los militares recibían subsidios muy por debajo de lo recibido en Brooklyn. La sanción fue obligar a Goudreau a devolver parte del dinero “robado al Estado”.

Mercenario herido

Según el propio Goudreau, recibió el “retiro médico” del Ejército tras recibir varios disparos y una explosión. Esto lo dijo en 2017, sin embargo ninguna de las lesiones ha podido ser verificadas de manera independiente. En 2014 recibiría una lesión desconocida. Sus documentos del “alta” y los registros del Ejército no muestran Corazones Púrpura, premio que se le da a los heridos por el “enemigo”.

Mercenario en escuelas

En 2018 asistiría a una conferencia de seguridad escolar, donde participaban distintas empresas de servicios de seguridad. Allí presentaría a Silvercorp USA como la “mejor opción” de seguridad escolar. Su objetivo era “incrustar a ex agentes de operaciones especiales haciéndose pasar por maestros”. Describió este enfoque como “clandestino” y aseguraba tener a los mejores ex agentes antiterroristas. Para este servicio estaría cobrando $8.99 dólares por estudiante al mes.

Mercenario internacional

Según el Washington Post, existían un número de empresas estadounidenses “motivadas” a invertir en una “Venezuela post Maduro”, quien estaría a la cabeza sería Juan Guaidó. Lo primero que buscaron fue invertir en ayuda humanitaria y lo segundo sería en actividades comerciales y petroleras, todas las oportunidades dadas por el “gobierno” del autoproclamado.

El primer contacto del mercenario con el “caso Venezuela” sería en 2019 en el concierto del multimillonario británico Richard Branson, en Cúcuta, frontera con Venezuela, y la intención era recaudar fondos para la lucha por la libertad de Venezuela; sin embargo, nunca se supo a dónde fueron a parar esos recursos. En ese concierto a favor de Guaidó, la empresa Silvercorp prestó servicios de seguridad.

Posterior al concierto, el mercenario Goudreau, fue llevado al sur de la Florida a una reunión “exploratoria” de acciones para la “liberación de Venezuela”. En la reunión estarían Lester Toledo, J.J. Rendón y Sergio Vergara, además de militares desertores venezolanos y “funcionarios de seguridad” del gobierno de Donald Trump. Allí se discutirían las posibles “empresas” que puedan servir de apoyo militar para una posible intervención armada. Allí la empresa Silvercorp destacó entre las demás por su “excelente precio”, porque mientras unas empresas cobraban más de $500 millones de dólares, Silvercorp cobraba más de 200 millones de dólares.

Mercenario mesiánico

Posterior a las reuniones en casa de J.J. Rendón, con conocimiento pleno de Juan Guaidó y la firma del contrato con Silvercorp, el mercenario se dirigió a Colombia, específicamente a los campos de “entrenamiento” de los soldados y policías desertores venezolanos, quienes se encontraban moviéndose por varias casas rurales en la zona de Riohacha.

Eran comandados por el General desertor venezolano, Cliver Alcalá Cordones, quien se dio a la tarea de buscar a todos los desertores en Colombia para que conformaran el “Ejército de liberación de Venezuela”, Cliver decía tener unos 300 hombres dispuestos “a todo”, pero Goudreau sólo vio a unos 60 hombres a quienes describió como “hambrientos, sin ropa, armas ni condiciones acordes”.

Cuando llega Goudreau al sitio prometió mejorar las condiciones, crear estrategias militares, buscar las armas y asesorar directamente al fulano “Ejército de Alcalá”, los mercenarios venezolanos vieron en él una esperanza y creyeron que serían acompañados por el gobierno de Donald Trump, cuestión que se les informó pero nunca se demostró cómo sería.

Según informa el diario norteamericano, hubo una “división interna” encabezada por Cliver Alcalá quien sería acusado de “infiltrado del régimen de Maduro”, por lo que supuestamente, J.J. Rendón dejaría sin efecto el contrato con la empresa de mercenarios. Pero para Goudreau las cartas estaban echadas, la firma valía y ya tenía todo preparado para la “invasión militar” a Venezuela. Todo se aceleró por la presunta entrega voluntaria de Alcalá Cordones a las autoridades estadounidenses en suelo colombiano. Lo demás es historia contada.

La intencionalidad Washington Post

A lo largo del artículo del Washington Post se leen claramente varios objetivos; demostrar la presunta “locura” del mercenario Jordán Goudreau producto de las “heridas de guerra” nunca demostradas, su acción unilateral en la operación mercenaria fallida, la falta de “pruebas” que inculpen a Guaidó en su responsabilidad directa en el contrato de la empresa mercenaria, la promesa incumplida a los “pobres militares venezolanos” quienes se encontraban “desprovistos” de cualquier apoyo mínimo logístico y la “inocencia” del gobierno estadounidense en la acción militar mercenaria.

En todo caso, se puede decir que los mercenarios venezolanos no pueden ser “disculpados” por presuntamente haber sido “engañados” por un ex militar norteamericano con presuntos “problemas mentales” y que los gobiernos de EE.UU. y Colombia no tenían conocimientos del movimiento, cuando todas las acciones de planificación se dieron en sus territorios y con participación directa de funcionarios de sus gobiernos. Existen culpas individuales y responsabilidades colectivas; la firma de un “contrato” con mercenarios sin precedentes en la historia de Venezuela por un “ciudadano” venezolano (Juan Guaidó), la acción mercenaria de un ciudadano norteamericano (Jordán Goudreau), la planificación y apoyo a la acción  de los gobiernos de EE.UU. y Colombia, y finalmente las acciones apátridas de un grupo de venezolanos contratados como mercenarios (desertores militares y policiales).

 


 

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