Después de un año de pandemia, parece que el mundo ha vuelto al mismo punto. Los contagios y las muertes se registran con hitos inéditos y la virulencia de la enfermedad luce repotenciada. En América Latina varios países vuelven a repetir recetas ya probadas para aplacar la expansión de la enfermedad, como el cierre de sus fronteras.
Si hace un año el mundo estaba prevenido de quién venía de China o de algún país europeo, en nuestra región el miedo está más cerca ahora: en Brasil.
La variante P1 se ha convertido en la munición más potente de la covid-19, agudizando la enfermedad en la región. Esta ha producido la expansión de la enfermedad en el gigante sudamericano, colapsando el sistema sanitario de todos los estados.
En Chile, el país que según tendría el mejor índice de vacunación en Sudamérica, experimentaron en la última jornada el día con más contagios y muertes durante toda la pandemia. Esta situación los ha llevado a tomar decisiones como adelantar el toque de queda y el cierre de sus fronteras.
Venezuela, el país de la región con el mejor control relativo de la enfermedad, experimenta un sobresalto en los números una vez que se confirmó la circulación de la variante brasileña.
Por esta situación, el país ha sostenido restricciones de ingresos así como la obligatoriedad de pruebas de PCR para la entrada segura al territorio.
Argentina y Uruguay son otras de las naciones fronterizas con Brasil que sufren las consecuencias de la variante P1. Ante esta amenaza, ambas naciones instruyeron el cierre de sus pasos migratorios.
Según la información difundida desde ambos países, los viajeros provenientes de Brasil tendrían especiales restricciones para ingresar.
Adicionalmente el presidente de Bolivia confirmó que a partir de este viernes el país cierra su frontera con Brasil. De acuerdo al mandatario Luis Arce, esta medida se aplicaría al menos durante 7 días.