Otra masacre resuena en Colombia como la rutina de un país acostumbrado a la violencia como un modo de vida. Esta vez pasó en el poblado de Jamundí, en el Departamento del Cauca, entidad que ya en este año ha reportado tres eventos similares.
El alcalde de la localidad, Andrés Felipe Ramírez, confirmó el suceso en su cuenta de tuiter. El mandatario local precisó que 4 víctimas quedaron tendidas en este hecho sangriento que vuelve a colocar a su ciudad entre las noticias.
“Hoy Jamundí está de luto. Son 4 vidas las que perdemos y de nuevo somos noticia por la violencia. El reto que es llevar más oportunidades al campo para que estos capítulos de violencia no sean recurrentes en nuestro municipio. A las familias nuestro acompañamiento y solidaridad”, dijo el alcalde Ramírez.
En más detalles, los medios locales precisaron que la masacre se perpetró en el sector de La Meseta, vereda Comuneros.
Con esta otra masacre que adorna el paisaje de una tradición de muerte invariable en el vecino país, ya son 67 masacres en lo que va del año 2020.
De acuerdo a la organización defensora de los DD.HH. Indepaz, en todos estos casos han muerto 263 personas, lo que equivale a la cuenta dramática de al menos un muerto por día desde enero hasta septiembre.
Esto pasa normalmente en Colombia con una naturalidad terrible. Aceptada como una cultura de guerra que no se acaba con la paz, sus políticos la contemplan como un fenómeno que sirve para experimentar nuevas expresiones lingüísticas que compiten con la osadía gloriosa de su literatura, llamando a las masacres como “homicidios colectivos”.
Esta sangría real, que compite con el dramatismo inventado por sus más notables escritores, tiene además a Colombia como a un país peligroso para los líderes sociales y para defender los derechos humanos.