Odio puro

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El fascismo es odio con pocas impurezas. Incondicional, desinteresado, desprendido. Piñera, Duque, Moreno, Áñez, Macron y otros fascistas llevan meses triturando a sus pueblos sin resultado, como no sean cientos de ojos perforados con perdigones, sin contar otras heridas, prisiones, palizas, violaciones. Y el gentío sigue en la calle. Vamos, que la represión es inútil y la infligen por puro joder.

Hay detalles repugnantes: ¿Para qué mataron el perro de Evo? ¿Tenía mal de rabia? ¿Qué les hizo ese inocente can? Lo mataron por puro joder también. Odio disciplinado.

Procuro no comparar a nadie con Hitler porque Hitler es incomparable. Pero ese propósito no es fácil porque a las ultraderechas les sirve de referencia. Cuando a un grupo humano se lo califica con los peores tintes, como hace Trump con los latinoamericanos, se está jugando con fuego, como hemos visto en Ruanda, en los Balcanes, con sus operaciones de “limpieza étnica”, que no sé en qué se diferencian de la “solución final al problema judío”, como la llamaron en la Alemania nazi, es decir, el genocidio. Y no solo la población judía, sino gitana, socialista, comunista, homosexual, con discapacidad…

Nadie pretende eso en Venezuela, salvo algunos desfogues inmaduros por redes sociales, pero por estas calles han quemado gente viva por tener piel oscura y por una categoría alarmantemente vaga como “parecer chavista”, un conjunto deliberadamente borroso para que quepa cualquier capricho.

Todavía no tenemos fascismo pero hay una dirigencia empeñada en abrirle las puertas, tanto como al ejército más destructivo, ese que lanzó bombas atómicas sobre población civil. Procuro estar lejos de gente que no hace ningún esfuerzo por diferenciarse del nazismo. Es peligrosa.

Max Keiser prevé en 2020 una rebelión mundial contra la banca, que ya empezó en 2019. Lo que han hecho hasta hoy los gobiernos neoliberales es cegar ojos sin mirar. Y no exhiben disposición a parlamentar. Edward Luttwak dijo que las revueltas populares no duran porque la población civil se queda sin bastimentos antes que los ejércitos. Pero parece que ya no es así, los chalecos amarillos llevan ya más de un año de rebelión en Francia.

Eulalia, mi abuela, oía las radionovelas “para ver en qué paran”.

Roberto Hernández Montoya

@rhm1967

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