Nuestro gran Caribe: el escenario geopolítico del momento y su historia

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En el imaginario cultural de la humanidad, el Mar Caribe se ha ganado un escaño de escenario idílico, de paraíso vacacional y de especial hermosura. La cultura caribeña es un fuerte referente de toda una simbología, y es sin duda, un espacio de fuerte recordación en nuestro inventario. Los primeros habitantes de las islas Antillas fueron los taínos, tribu sedentaria con creencias religiosas de carácter politeísta y que destacaban por ser buenos agricultores, pescadores y alfareros; su lengua deriva de la de los Arawak, familia de la que procedieron, migrando desde Sudamérica hace aproximadamente unos 3 mil años. En el momento del descubrimiento, los Caribes, que se destacaban por sus habilidades como navegantes y guerreros, ocupaban predominantemente la región, provenientes de las márgenes del Río Orinoco, y estaban en plena conquista de los territorios taínos. En sus primeras crónicas, los europeos también afirmaban que los Caribes comían carne humana, idea que ha quedado registrada en la palabra caníbal.

El Mar Caribe era un cuerpo de agua desconocido para Europa y Asia hasta 1492, cuando Cristóbal Colon lo navegó por primera vez tratando de encontrar una ruta a la India. Después del descubrimiento de sus islas, el área fue rápidamente colonizada por la civilización occidental, convirtiéndose en lugar común para las rutas comerciales europeas y eventualmente atractivo para la piratería. Los Reyes Católicos permitieron en 1.495 a todos sus súbditos, tripular naves a las recién descubiertas “Indias”. Lo que hizo que muchas embarcaciones se lanzaran al Atlántico sin la debida preparación, siendo presa fácil para los «lobos del mar». En las costas del Caribe, durante aquella época se desarrollaban algunas de las ferias comerciales más famosas, como la de Portobelo, que duraba 40 días. Población en donde se producirían constantes ataques de piratas, por lo cual los españoles construyeron muy cerca de ella, el Fuerte de San Lorenzo a finales del siglo XVI. Este mismo problema se dio en otros puertos del Caribe como Cartagena de Indias y La Habana, en donde se construyeron sendas defensas militares, trabajo para el cual fueron transportados numerosos grupos de esclavos africanos a la región. La historia caribeña puede entenderse como la historia de la opresión y el esclavismo.

Desde su descubrimiento, el Caribe es un escenario de importancia capital para la civilización, y no debe perderse de vista el hecho de que la búsqueda de Colón, de una ruta comercial que permitiera el intercambio de mercancías entre Europa y “Las Indias occidentales”, traería para la corona española y para las otras monarquías europeas, una época de bonanza y crecimiento de alcances tan portentosos e inusitados, que definiría para siempre el dominio del poder imperial sobre territorios y poblaciones de vastísima importancia, pero que como trasfondo más notorio, representaría también la destrucción y avasallamiento sistemático de  culturas riquísimas con una estructura compleja. En el Caribe se lleva a cabo entonces, una de las más grandes y vergonzosas tragedias de la historia mundial: el exterminio de sociedades indígenas enteras, ante el poder voraz del aparato imperial.

Navegado por piratas y corsarios famosos, sus aguas ven desarrollarse historias sorprendentes. Saqueos, pillaje, conspiraciones y fabulosas tramas que involucran a monarcas y bandidos, dispuestos a todo para hacerse del control de las riquezas de la zona. No sería excesivo decir que el Mar Caribe se convierte sin duda, en el teatro de la mayor y más intensa actividad comercial. Y también de la historia de nuestra independencia…

Surcado por Miranda, el Caribe es el mar por donde desembarca el primer intento libertario del Nuevo Mundo. Bolívar lo cruzaría una y otra vez, replegándose en sus aguas para la huida estratégica a destinos como Haití y Jamaica, en donde el Libertador trazó las estrategias y consiguió el apoyo de quienes en su momento le acompañaron en su colosal y obstinada determinación de liberar a un continente.

Durante el Siglo XVII, el Caribe sería testigo de agresiones y batallas que decidieron el futuro de las Antillas Mayores: Cuba y Puerto Rico, y de la colonización de territorios “coloniales” (como les llamarían) a manos de poderosas naciones como Inglaterra, Holanda, Francia y Portugal. Todo esto le dio al Caribe una variedad y una diversidad increíble, como ninguna región económica de la tierra ha visto jamás. La estrategia estadounidense en el Gran Caribe y el resto del Hemisferio tiende a preservar y consolidar el predominio fundamental adquirido desde 1.890 en adelante. Estados Unidos suministra 40% de las importaciones de Latinoamérica y el Caribe, y anhela conservar ese predominio comercial. Igual peso tienen para Norteamérica los temas de seguridad: terrorismo, crimen organizado, radicalismo político y migraciones. Por último, Washington anhela mantener su influencia diplomática, política, estratégica e ideológica sobre los gobiernos, élites, pueblos y fuerzas armadas de la región.

 La “Escuela de Las Américas” y El “Comando Sur” han sido estratégicos para lograrlo. Para ello, ha lanzado proyectos económicos y estratégicos dirigidos a crear nuevos nexos de interdependencia con el Caribe y Latinoamérica. La primera de ellas fue la iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC o CBI), puesta en marcha en 1.984 y basada en la prestación de ayuda económica a cambio de reformas de corte neoliberal. En 1.994 entró en vigor el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (ALCAN o NAFTA) entre dos países desarrollados y uno emergente.

 En el mismo año, EE.UU. presentó el proyecto de una Asociación de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que abarcaría al hemisferio entero. La muerte del ALCA, (que habría significado un crimen económico desproporcionado) es obra de Hugo Chávez. El Comandante lo frena, lo expone y lo asesina con argumentos de tanto peso y tanta fuerza, que aún resuena por nuestros pasillos comunes el grito rebelde de: “¡ALCA, ALCA, Al Carajo!”.

Para hacerlo más irreverente, Chávez no solo aniquila el proyecto económico norteamericano, se atreve a elevar al ALBA (Alternativa Bolivariana para Las Américas) como la alternativa viable. Y lo consigue. Los años siguientes verían crecer el proyecto y su influencia económica en el área se consolidaría. Por desgracia, la osadía imperial trasfundida a través de la derecha fascista latinoamericana, ha asestado un enorme revés al ALBA, hoy pausado y en espera de tiempos mejores. Así también PETROCARIBE, una iniciativa tan libertaria que de inmediato se hizo incómoda. Chávez, intuyó que el bienestar de las pequeñas y medianas naciones caribeñas era crucial para nuestra paz y nuestra prosperidad. El comandante concebía una región con una sana y recíproca economía, en medio de la cual, el “Pez grande no se tragará al pez chico”. De allí la visión de suministrar petróleo a bajo costo y a largos plazos al Caribe entero. Hasta el día de hoy, la gratitud de esas naciones hacia el proceso bolivariano sigue siendo crucial. El apoyo caribeño a Venezuela se siente en cada proceso de votación de las organizaciones internacionales. Y ha determinado importantes victorias diplomáticas para nuestra patria.

Hace pocas horas el primero de 5 buques iraníes entra por fin a aguas territoriales venezolanas, (del Mar Caribe) cargado de gasolina para poder atender la demanda interna del país, que en medio de un feroz bloqueo y de terribles dificultades que impone la pandemia por el covid-19, lucha por mantenerse de pie. El mensaje de retórica diplomática es bastante claro. Amenazas no hunden sueños. Son las acciones fácticas las que marcan la diferencia. Venezuela acaba de hacer una jugada arriesgada pero necesaria. Y el resultado evidente es el envío de dos mensajes perfectamente articulados y coherentes: Venezuela no está sola y está determinada a defenderse, a defender sus intereses y a defender el sacrosanto derecho a pensar distinto, a no alinearse. El meta mensaje subyacente es todavía más colosal. Venezuela mantiene su hegemonía como el más importante de los países caribeños. Ni siquiera la traidora Colombia, artífice de las más desgraciadas conspiraciones en contra de su “hermana”, se atrevió a desplegar fuerzas disuasivas para arruinar la operación internacional del envío de combustible.

Irán y Venezuela escriben una historia que tendrá repercusiones en el concierto del poder mundial, determinadas ambas naciones a ejercer plenamente su soberanía, se atreven a desafiar la mirada incómoda de la Casa Blanca. No obstante, los buques artillados del “Comando Sur” no hicieron ni un solo movimiento en contra del convoy persa, ni de sus centinelas venezolanos. A Washington le encantan las advertencias teatrales en donde su garrote parezca dispuesto a aplastar las cabezas que levanten demasiado la frente. Pero no se atrevieron. Al menos, no esta vez.

De resultar tan sencilla una agresión militar contra Venezuela, ya habría tenido lugar. En su defecto desarrollan aventuras demenciales como la de Macuto, pero el sentido y la orientación son exactamente las mismas. América Latina vive duros momentos, incluso pareciera superar “en sufrimiento” a naciones del primer mundo. Desgobernado por el neoliberalismo criminal de Bolsonaro, Brasil, por ejemplo, se aproxima a un desastroso “segundo lugar” mundial, en cuanto al número de contagios por covid-19. Y aún en medio del ponzoñoso odio desatado en contra de la patria bolivariana, Nicolás Maduro sigue demostrando su sagacidad de internacionalista avezado, sus dotes prodigiosas de organizador disciplinado y su manera de interpretar el tiempo y el momento que nos toca vivir.

Venezuela da muestras de saber bien como hacer las cosas, “Al norte del sur” no sólo le llega gasolina, demuestra también que posee una idea perfectamente valida y sensata, que sólo es capaz de ser parida cuando se está del lado correcto de la historia.

Las aguas azules del Caribe han visto ocurrir proezas. Y si la bota imperial se llegase atrever en contra de Bolívar, el Caribe verá de nuevo cómo se libran las batallas más grandes de la historia. Que nadie olvide jamás que Venezuela es un “David con tamaño de Goliat”.

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