El reservado Príncipe Felipe, el esposo de la Reina Isabel II de Inglaterra, murió este viernes a los 99 años de edad.
La noticia puso en tendencia al hombre que siempre fue visto como el tenaz marido de la monarca inglesa; uno destinado desde el comienzo del matrimonio a ser un disciplinado noble en el decorado añejo de una monarquía decrépita.
Felipe, leal a la corona inglesa, era el príncipe de una monarquía derrocada en Grecia. Pero peor que ser un noble despreciado por su pueblo, le persiguió hasta su muerte la simpatía secreta de su familia por el régimen nazi de Adolf Hitler.
La relación y el matrimonio de Isabel II con el también conocido Duque de Edimburgo fue vista desde el comienzo como un episodio atípico de amor entre 2 personas que políticamente no debían juntarse.
Los Nazis, amigos de la familia de Felipe, fueron enemigos de Inglaterra durante la II Guerra Mundial; pero ello no impidió que la entonces joven princesa se casara con un sospechoso simpatizante del III Reich.
Los reyes no son eternos
El matrimonio duró 70 años, y los 2 se han convertido en el emblema de una monarquía obstinadamente vieja pero estable.
El deceso de Felipe revela una grieta en la pretendida inmortalidad de los nobles ingleses, quienes desde su viejo palacio de Buckingham contemplaron la evolución de un mundo que apenas los cambió a ellos.
El recio esposo de la reina falleció luego de someterse en marzo a una operación de corazón.
Las autoridades han declarado 8 días de duelo nacional; y aunque según la tradición real inglesa merece un funeral de estado, el consorte habría manifestado antes que prefería una ceremonia más discreta.
De acuerdo a sus biógrafos, el esposo de la reina deseaba un funeral de estilo militar en la capilla San Jorge del Castillo de Windsor.