Por todo lo que estaba en juego y el inusual contexto en que se dieron las elecciones parlamentarias, estos comicios han estado signados por la polémica. Obviando el marcado sesgo descalificativo de la prensa internacional, ciertamente hay elementos concretos que deben servir para un análisis sosegado. A la luz de los resultados puede atisbarse que no todo fue completamente favorable, pero tampoco fue todo negativo, como quiere plantear cierta prensa. El proceso tuvo sus luces y sombras. En este trabajo intentaremos desgranar qué fue lo bueno, lo malo y lo feo del 6D.
Lo bueno
Entre los aspectos positivos de las parlamentarias, destaca sin lugar a dudas el civismo y la férrea convicción democrática de más de 6 millones de personas (entre chavistas y opositores) que contra viento y marea salieron a ejercer su derecho al voto.
Esto debe resaltarse como un acto casi heroico por el contexto en el que se da la votación. Estamos hablando de un país bajo asedio. Sometido a la crueldad sistemática de un asfixiante cerco financiero que le ha hecho perder el 99% de sus ingresos en divisas. Ese descalabro en el flujo de caja ha tenido impactos marcadamente negativos en: salarios, servicios públicos, precios, suministro de combustible y, en general, en la calidad de vida de la población.
El esquema de «sanciones» impuesto por Estados Unidos y aupado por Juan Guaidó, ha representado un deterioro masivo para millones de venezolanos sometidos a diversas penurias en su día a día. Eso es una realidad concreta de la que nadie está exento y que en mayor o menor grado ha tenido secuelas duras. Que van desde el éxodo de familiares, rupturas matrimoniales, enfermedades, pérdida del empleo, hasta, lamentablemente, fallecimientos.
Un escenario así donde un medicamento esencial puede aumentar de 3 o 4 veces su valor en cuestión de semanas. Donde hay fallas recurrentes en el servicio de agua y de luz. O donde puedes consumir hasta 12 o más horas para surtir tu vehículo con combustible, obviamente no es el más idóneo para celebrar unas elecciones. La carga de tensión colectiva tiene que ser elevada.
Un cuadro complejo
Pero como si no fuera poco a ello debemos agregarle un escenario de emergencia sanitaria por la covid-19. Que si bien ha sido gestionada de manera bastante acertada por el gobierno nacional, añade tensiones a lo que ya las tenía. Especialmente por el prolongado encierro de los confinamientos y la fuerte sensación de incertidumbre asociada a cualquier pandemia. Además en medio de esta compleja coyuntura, las sanciones lejos de amainar se han recrudecido.
En un cuadro general como el descrito, a muy grandes rasgos, las consecuencias más obvias serían la desmovilización y la desesperanza. Esos han sido los objetivos de una política de máxima presión para un cambio de régimen. Sin embargo, que en medio de ese escenario, más de 6 millones 200 mil personas se hayan movilizado para ejercer su derecho al voto, sin dudas es algo tremendamente positivo. Para destacar sin mezquindades.
También es sumamente positivo que el pueblo venezolano, tanto chavista como opositor, haya desactivado con votos la irresponsable aventura del guaidosismo. Con su participación la gente le dijo NO a la Operación Gedeón, los intentos de magnicidio y de golpes de Estado. Asimismo, la base dura del chavismo se mantuvo apegada a los principios democráticos, como siempre lo ha hecho, pero también una porción nada despreciable de la oposición se expresó y condenó a Guaidó y todo lo que representa.
Entre los aspectos positivos del 6D destaca también, sin dudarlo, la rapidez, transparencia y efectividad de un sistema electoral 100% auditable y 100% automatizado. Los resultados estuvieron listos a tan solo horas de cerrado el evento comicial. Algo de lo que no puede preciarse la metodología de sufragio empleada en los propios Estados Unidos.
Lo malo
Entre los aspectos negativos debe señalarse la abstención, que sin dudas fue elevada este 6D. Pero el análisis debe ir un poco más allá. No como han hecho en medios transnacionales, de forma acomodaticia, que malintencionadamente transfieren toda la crítica al gobierno.
Al contrario la oposición de extrema derecha promovió sistemáticamente una suicida abstención. Y eso le pasó factura. Comparando sólo entre elecciones parlamentarias, con respecto las elecciones de 2015, cuando obtuvo su mejor desempeño, la oposición dejó de percibir un caudal de 6.631.801 votos. Esto al pasar de 7.726.066 hace 5 años a los 1.095.179 de la actualidad.
La abstención el 6D de 2020 fue de 69,5%, porcentualmente fue menor a la de 2005 (75%), que fue la primera vez en que cometieron el absurdo de jugar a la abstención. También hay que tomar en cuenta que estamos hablando de un país con una marcada vocación presidencialista. Lo que tiene raíces históricas y sociológicas en el fenómeno de los grandes caudillos de la gesta independentista y de la guerra federal. Es decir que una elección parlamentaria, difícilmente, pueda concitar el mismo interés que unas presidenciales.
Pero el chavismo también decreció al comparar el 6D contra las parlamentarias de 2015 y más atrás de 2010. Al contrastar con la primera fecha (2015/5.370.968) se dejaron de percibir 1.093.042 votos. Mientras que al tomar como referencia el 2010 (5.417.165) el declive fue de 1.139.239. Estas personas por una razón u otra con su silencio, «gritan» un malestar y un rechazo a las fallas del gobierno, para dar respuesta a sus problemas inmediatos.
El PSUV debe tomar nota debidamente de este mensaje. Y comenzar a trabajar arduamente para que se apliquen los correctivos correspondientes. La otra lectura necesaria en torno a la abstención es que históricamente hay un universo de personas que están inscritos en el padrón electoral, pero que nunca ejercen su derecho al voto, bien por razones ideológicas (son anarquistas), por motivos de salud (enfermedades crónicas e intervenciones quirúrgicas) o por razones jurídicas (están en prisión). Esa cifra puede ubicarse en 6 millones de personas, según estudios estadísticos. Es lo que se conoce como abstencionismo crónico.
Pero además hay que tener presente, que mucha gente quedó rezagada o fuera de sus estados, sin poder salir a su área de votación, bien por los altos costos del pasaje o porque no había gasolina para el traslado de un lugar a otro.
Normalmente, y más en un contexto como el actual, todo esto supone que en el tradicional forcejeo entre gobierno y oposición, quien más se acerque a los 8 millones de votos, siempre tendrá la primacía. De hecho una cifra así sólo ha alcanzado el chavismo en las presidenciales de 2012 (8.191.132).
Así que no debe relativizarse el fenómeno del abstencionismo, pero sí deben tenerse en cuenta todas las variables, para evaluarlo en su justa dimensión. Como explica el segundo vicepresidente del PSUV y diputado electo, Diosdado Cabello, todos los inscritos en el padrón electoral participamos, solo que cada quien decidió cómo hacerlo.
En 2005 el liderazgo opositor se auto excluyó por cinco años una tribuna fundamental. Quedaron afuera del espacio natural para hacer política. Y luego se arrepintieron amargamente. Hoy 15 años después vuelven a cometer el mismo error y han quedado exactamente en la misma posición de desventaja.
Por su parte, también en 2005 el chavismo tuvo por cinco años el poder absoluto en la Asamblea Nacional y eso, paradójicamente, en algunos momentos jugó contra el gobierno. Hoy no es una Asamblea monocolor, pero sí tiene una contundente mayoría chavista. Hay que saber utilizar ese poder en favor de profundizar la revolución. De lo contrario podría ser contraproducente.
Lo feo
Lo más feo de todo este proceso del 6D es que los EE.UU. y sus aliados subalternos persisten en su política injerencista. Ya han salido a desconocer los resultados electorales, desde Mike Pompeo, secretario de Estado de la saliente administración de Donald Trump, hasta Josep Borrell, vocero de la Unión Europea. Al igual que los gobiernos de Canadá, Colombia, Chile, Reino Unido, Alemania, Georgia, Brasil, Dominicana, Ecuador y el grupo de Lima, entre otros.
Todas estas naciones y organismos siguen ciegamente el dictado de la Casa Blanca. Juegan un triste papel, como corifeos de una potencia decadente. En su servilismo político pretenden desconocer la voluntad de un pueblo rebelde, que ha resistido con estoicismo las crueldades más absurdas. La lucha sigue y la patria también seguirá, pese al grosero injerencismo de estos países. Bienvenida la autocrítica, pero la soberanía seguirá siendo nuestro bien más preciado.
El 6D, con la elección 25 en 20 años de revolución, Venezuela grita fuerte y claro al mundo que no acepta tutelaje de nadie.