Toca a los pueblos ayer subyugados por Europa, luchar hoy por la descolonización del anciano continente, postrado ante EE.UU. No nos mueve un espíritu ultraísta, ni algún ataque de nostalgia mendeliana por la tierra de nuestros invasores tatarabuelos. En esto somos prácticos, liberar Europa del yugo yanqui es romper la misma cadena que invade, saquea y asesina impunemente pueblos y líderes de Asia, África y América Latina.
Si el asunto solo fuera transcultural, nos limitaríamos al asombro. Allá los franceses o españoles si prefieren un parque Disney a sus museos del Louvre o el Prado. Pero la cosa es más pedestre, vale decir, geopolítica. Es el retorno a la dominación con un nuevo mandamás, quien utiliza los restos de los difuntos imperios europeos como capataces de lo que creen sus dominios (los pueblos del mundo). Ya Trump le dijo a Bolton que se va a anexar Venezuela porque es parte de EE.UU., “nos pertenece”. Y Europa está allí para ayudar a asfixiar la patria de Simón Bolívar (¡ay, no le nombren este nombre!).
Los imperios son ingratos y la vieja Europa olvidadiza. Así suele ocurrir cuando cambian los roles. Berlín, Londres, París, Roma, Madrid, ayudan a EE.UU. en sus invasiones y crímenes de guerra contra Irak, Afganistán, Libia o Siria (ayer Corea, Vietnam, Camboya, Laos) y después Washington les paga con el desprecio o algo peor. Suspende su cuota a la OMS en plena pandemia con Europa como epicentro, amenaza con sancionar a los jueces de la Corte Penal Internacional, advierte que retirará sus tropas de Alemania, e incluso, con salirse de la OTAN, sin olvidar sus imposiciones económicas. No importa, Europa quiere seguir siendo la rodilla sobre la rodilla que asfixió a George Floyd.
Algunos tanquecitos pensantes infieren que los latinoamericanos aplaudimos esas agresiones yanquis contra la UE por pura venganza retroactiva. Para nada. Primero, porque no necesitamos vengadores: nuestras guerras de Independencia las libramos nosotros mismos. Segundo, porque Europa subyugada cree que si colabora con EE.UU. en su agresión contra los pueblos del mundo, se ganará su indulgencia. A esa Europa envilecida y alienada debemos liberarla de sí misma y de EE.UU. De paso, le evitamos convertirse en la estrella 51 de la bandera de las barras que hoy la embarra.
EARLE HERRERA
Constituyente
Publicado en ÚN.