Sus asesores le recomiendan publicar mensajes directos, polémicos y “virales”, generando engagement (conexión emocional), haciendo énfasis en el público al que consideran los más vulnerables: los jóvenes.
Usa un lenguaje informal, memes y respuestas ácidas a sus críticos, pero no crean ustedes que estos contenidos son escritos por él. Los productores de sus guiones forman parte de una maquinaria dispuesta a mantener la imagen de “político diferente, moderno, actual, jovial”, que culminará manteniendo el status y no cambiará nada sustancial.
Bukele es un pequeño engendro, que se puede dimensionar por la baja densidad poblacional y extensión territorial de El Salvador, espacio propicio para generar presuntos cambios deslumbrantes, que son vendidos al mundo mientras se oculta que más allá de las cuatro calles de la zona rosa en San Salvador, el país sigue siendo rural cercano a 80%. Su marketing tiene patas cortas, pero está basado en el extremo desconocimiento de quienes opinan sobre él basados en sus publicaciones.
Este Frankenstein político anuncia medidas de gobierno a través de hilos en X, se salta los filtros periodísticos para monopolizar su propia imagen, usa Instragram y Tik Tok para conectar con los más jóvenes, en una línea de trabajo similar a la usada por otros experimentos como lo son Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina y Trump en EEUU.
Pertenece a una línea política cuyo patrocinio viene de las corporaciones de las redes sociales, una especie de nuevo superpoder que se alza en medio de su gran capacidad de segmentación de mensajes dirigidos a públicos aterrados por las campañas de miedo contra monstruos creados por la misma derecha, llámese narcotráfico, terroristas, bandas delictivas, salvatruchas u otros fenómenos que misteriosamente son sobredimensionados por medios, agencias de noticias y redes controladas por sectores económicos interesados.
Tan eficiente es su estrategia que es capaz de mostrar un estilo de vida “cool”, trajes casuales, música urbana, mascotas, y al mismo tiempo, tomar banderas “progresistas” para enmascararse en supuestas reivindicaciones mientras oculta entre luces, cámaras y acción su más grande verdad: representa lo más granado de los laboratorios de la extrema derecha. Bukele es tan real como lo son los videos grabados en formato cinematográfico hollywoodense para publicar en sus redes sociales.
Harim Rodríguez D´Santiago
ÚN.