Los cementerios están para encubrir la impudicia de la muerte. Quien muere debe recibir sepelio para que no regrese, porque causa terror. Por eso decía Miguel de Unamuno que somos el único animal que entierra sus muertos.
No tienen sensibilidad por algo que es tema de películas de terror: el tendal de cadáveres, las fosas comunes, el amontonamiento de cuerpos anónimos, la gente cayéndose muerta por las calles, llevar a los personas en agonía a las morgues para ahorrarse el viático. Práctico. Escenas similares a las de otras pestes, como la bubónica, cuando pasaban carretas buscando cadáveres.
Una vez oí a un sobreviviente de un campo de exterminio nazi que nos acostumbramos sorprendentemente rápido al horror, en horas, dijo. Hannah Arendt lo llamó la banalidad del mal. Vemos hoy, por ejemplo, las montañas de zapatos de los millones de personas exterminadas. Cuando está en peligro, la burguesía pierde los modales, como en la película El ángel exterminador, de Luis Buñuel. Se llama fascismo. O neoliberalismo, que pretende ser más decente pero igual te mata. Y te mueres. Pero solo si te mata. Bueno, me volví a enredar, pero ¿verdad que me entiendes?
La soberbia embrutece, ahí tienes a Trump. Habría que decir memento mori, ‘recuerda que morirás’ a quienes desafían la pandemia y causan más de 100 000 decesos solo en EUA. Quienes se ofenden porque en Venezuela hasta el 26 de mayo había solo 11 fallecimientos inventan cifras repulsivas como 30 000. ¿Dónde se ocultan? ¿Y las familias? No domino bien el arte de la mentira y por eso me descubren rápido, pero supongo que hay modos de mentir sin hacer el ridículo.
Roberto Hernández Montoya
@rhm1947
Publicado en ÚN