Biden sigue deteriorando las relaciones de EE.UU. con Rusia. Su gobierno aprobó un nuevo paquete de sanciones contra Moscú por presuntamente intervenir en las pasadas elecciones presidenciales.
Washington ordenó la expulsión de 10 empleados de la embajada del país eslavo por presunta “injerencia”. Al mismo tiempo añade a la orden de medidas unilaterales y coercitivas a 16 entidades y 16 individuos.
Esta orden parece la reacción compulsiva de una tradición unilateral congénita que pugna dentro de un Biden contradictorio, quien un día antes habló con Putin por teléfono para sugerirle una reunión en un tercer país; una propuesta sensata después de haber ofendido a su colega diciéndole “asesino”.
Desde el Kremlin atajaron la medida diciendo que el presidente de los EE.UU. no parece tener interés en normalizar las relaciones bilaterales.
La rusofobia patentada por los demócratas sigue escalando por encima de las tentativas efímeras de una necesaria diplomacia sensata entre 2 potencias nucleares.
Con esta medida, el Departamento del Tesoro de EE.UU. prohíbe a las instituciones del país “participar en el mercado primario de bonos” de Rusia.
El objetivo de este nuevo paquete de sanciones es causar un deliberado daño económico. Se trata de un franco ataque en el contexto de una guerra difusa que recomienda otorgar “la facultad al Gobierno estadounidense de expandir sanciones contra la deuda soberana de Rusia mientras sea necesario”.
Un paso adelante, un paso para atrás
Son acciones de guerra financiera para debilitar a una potencia que le hace sombra a su estrategia unilateral. Washington, que ve a todo el planeta como su área natural de exclusiva influencia acusa a Rusia de “socavar la seguridad en países y regiones importantes para la seguridad nacional de EE.UU.”.
Lo que hace la nueva administración norteamericana contra Moscú es la comprobación de que la estrategia de acorralar al Kremlin es una doctrina de estado. Y al mismo tiempo es la puesta en escena de la peligrosa presentación de 2 Biden, quien con sus contradicciones afianza la sospecha de que no anda bien de la cabeza.