El presidente de los Estados Unidos (EE.UU.) Donald Trump, maneja el destino de su país cual Reality Show o como si estuviera al frente de una de sus empresas, viendo a los otros países como sus competidores. Prueba de ello, es el reciente impasse con el gobierno alemán, debido a su empeño de tener la exclusividad de una vacuna que desarrollan científicos germanos.
La disputa se centra en la empresa CureVac, ubicada en la ciudad alemana de Tubinga, la cual junto al Instituto Paul Ehrlich para Vacunas y Medicamentos Biomédicos, trabajan en la fabricación de una posible vacuna contra el coronavirus (COVID-19) y que ahora se encuentran en una situación compleja, debido a las presiones impuestas por la administración Trump para que esta le «venda» la exclusividad de la cura, mientras que el gobierno alemán busca la protección de la patente de la invención.
En este caso, Trump hace todo lo posible para conseguir una vacuna SÓLO para Estados Unidos, que cual guerra científica de película hollywoodense, encabeza una cruzada para presentarse como «salvador» de la especie humana.
Por su parte la canciller alemana Ángela Merkel, acusó al presidente Donald Trump de «haber intentado apropiarse de un proyecto de vacuna contra el nuevo coronavirus, desarrollado por un laboratorio alemán» y le advirtió al inquilino de la Casa Blanca que la vacuna “será desarrollada en suelo europeo con científicos alemanes a la cabeza y serán puesta a la orden del pueblo europeo”.
Mientras el «primer mundo» se enfrenta en medio de una catástrofe humanitaria, el llamado «eje del mal» encabezado por China y Rusia, junto a sus principales «embajadores» en América: Cuba y Venezuela, desarrollan estrategias conjuntas y colocan a disposición del mundo entero el Interferon Alfa B2 inventado por los cubanos y probados en China, colocando en la palestra mundial, los intereses de tras de este nuevo enfrentamiento entre potencias: la cura del Coronavirus.
