Keiko Fujimori es la extensión dinástica de una era política que gobernó hasta hace 20 años y no ha dejado de intentar para volver al gobierno.
Es la hija de Alberto Fujimori, una figura que mandó durante 10 años y todavía sigue signando el debate político peruano con el signo característico de los líderes polémicos: la polarización.
Por culpa de su padre, hay quienes aman u odian a Keiko. Ven en ella la continuación de una era que no pocos dudan en calificar como una dictadura.
Como su padre, Keiko parece que no solo heredó el gusto por la política y el poder, sino también el gusto por la plata mal habida.
La sombra del padre
Alberto Fujimori ha sido juzgado por delitos de lesa humanidad. Se le endosan la creación de grupos de exterminio y al menos 2 masacres: la de Cantuta y Barrios Altos.
Al mismo tiempo se le señala de ser el dueño de una gran fortuna acumulada en paraísos fiscales producto de una larga y sostenida tradición de corrupción.
Para casi la mitad de los peruanos, Keiko Fujimori es lo mismo que su padre, y si gana, volverían los peores tiempos de un pasado que ya creían superado.
En cambio en torno al fujimorismo también hay una épica que la entrona en los corazones de muchas personas. Alberto Fujimori es recordado como el hombre que puso orden después del caos del terrorismo.
Antifujimorismo
La otra mitad de peruanos dispuestos a votarle a su hija ven en ella un mal menor respecto a la supuesta amenaza que entraña Pedro Castillo. Le acusan de ser un perverso comunista que quiere acabar con el país.
Otros más entusiastas ven en ella la oportunidad de replicar lo que recuerdan como los mejores tiempos de la economía peruana. Según el relato fujimorista, el político ordenó las finanzas de un país que venía devastado por la hiperinflación de los años 80.
Alberto Fujimori aplicó reformas económicas neoliberales que hoy en día siguen signando la vida de los peruanos. Y como recomienda el manual neoliberal, lo hizo a la fuerza y tomando el control de las instituciones aquel año de 1992, cuando cerró el congreso, el poder judicial y el ministerio público en un episodio conocido como el “autogolpe”.
Eso es el fujimorismo en el imaginario peruano: para unos, una amenaza autoritaria, para otros, un anhelo de orden que 20 años después vuelve a estar cerca de volver a gobernar.