“No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”, es la base del juramento Hipocrático, ese compromiso ético cuya declamación, es un pacto personal para muchos y un mero requisito para obtener su título universitario de médicos para otros, como es el caso de Julio Castro, el insigne vocero de la comisión de expertos (opinólogos) creada por Juan Guaidó para “tratar” el Coronavirus (COVID-19).

 

¿Quién es Julio Castro?

Académico-Empresario

Es un médico internista infectólogo graduado de la escuela de medicina José María Vargas la ciudad de Caracas, que gracias a sus privilegios de clase, pudo cursar estudios en la escuela de salud pública de la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos (EE.UU.), donde adquirió conocimientos en materia de sistemas de información asociados a la salud, que ha usado para su proyecto personal de consultoría e investigación.

Este empresario de la salud, que despacha desde la Clínica Metropolitana, uno de los centros de salud privada más costosas del país, es además profesor del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela.


Militante de la irresponsabilidad

Ciertamente el que Julio Castro asuma la salud como un negocio, aunque es antiético, no es delito propiamente dicho. Tampoco es delito tener afinidades con la ideología de derecha que lo llevó a ser el director de salud del municipio Sucre en el 2008. Lo que sí resulta impresionante, es que este señor se presente ante la opinión pública como un “experto impoluto”, cuando desde el año 2019 viene mintiéndole al país desde el equipo técnico que asesoró a la Asamblea Nacional en desacato, en la planificación del ingreso y la distribución la “ayuda humanitaria” que se robaron frente a sus narices, hecho por el que no emitió ninguna opinión.

Co-autor del llamado Plan País en materia de salud, Castro viene siendo una especie de “ministro de salud” del gobierno imaginario de Juan Guaidó, que al igual que el resto de su “gabinete”, no tiene poder ni capacidad operativa real, viéndose obligado a limitar su “accionar” a las redes sociales, en donde viene denunciando las “deficiencias” del sector salud, obviando por supuesto las medidas coercitivas unilaterales que sus jefes promueven.

Lo cierto es que en cada momento de crisis, el oposicionismo ve una oportunidad para hacerse del poder político y en el actual frente a una contingencia epidemiológica, Julio Castro asumió con orgullo poco célebre, el papel de profeta del desastre, ese que espera con ansias que nada funcione, que Nicolás Maduro se equivoque y que la desgracia llegue a cada hogar de Venezuela, para sacar provecho político, hecho que se evidencia en su poca o nula voluntad de poner sus conocimientos al servicios del pueblo y no de un partido, de ayudar, recorrer las calles, los barrios y los centros asistenciales para servir a los que más los necesitan.

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