Cuando Jared Kushner se instaló junto con Ivanka Trump y sus dos hijos en la lujosa zona residencial de “Kalorama”, que comparte con los Obama y otros selectos vecinos, su convicción era que los males familiares tocaban fin. La intimidad con el Presidente de Estados Unidos abría la puerta a solucionar un problema casi endémico: la colosal deuda que arrastra el negocio familiar por operaciones fallidas y sobre todo, por la casi inasumible compra de la torre que alberga Kushner Companies, un imponente edificio en el 666 de la Quinta Avenida en Manhattan. Es el pecado original, de 2007, que condiciona toda la actividad de los miembros del clan, obligado a liquidar nada menos que sus 1.200 millones de dólares de hipoteca en los próximos diez meses.
El solar que ocupa la torre Kushner, cuartel general de “Kushner Companies” es el número 666, atendiendo a la nomenclatura de la isla de Manhathan, en Nueva York. Para quienes aseguran que Jared Kushner es el anticristo, esto es solo uno de los detalles sorprendentes que rodean la vida oscura y sombría de este multimillonario, yerno de Donald Trump y artífice, entre otras cosas, de la estrategia que llevó a Trump a la Casa Blanca.
Para muchos, Jared Kushner es, en estos momentos, el treintañero más poderoso del mundo: un millonario de 38 años y voz suave, descrito como «la mano derecha del Presidente de Estados Unidos».
Es el marido de Ivanka, la hija más conocida de Donald Trump y tuvo una gran influencia en la campaña de su suegro, incluidas la estrategia digital y la contratación de personas para puestos importantes. Y a pesar de no tener experiencia previa en el gobierno, ha acumulado un importante número de responsabilidades bajo la administración Trump, empezando por el cargo de «asesor principal» (senior adviser) del mandatario. Asimismo, aunque no tiene experiencia diplomática, a Kushner se le ha encargado nada menos que la resolución del conflicto entre Israel y los palestinos. Además se desempeña como principal asesor presidencial para las relaciones con Canadá, México y China. Y el joven, que hasta hace unos meses manejaba la firma de bienes raíces de su padre, ahora también tiene a su cargo la gigantesca oficina de la Casa Blanca, con todas las responsabilidades -y poder- que eso conlleva.
Trump ha dicho públicamente que su yerno es «muy bueno en política» y parece valorar muchísimo su opinión, además de confiar plenamente en él.
Y desde que entró en el mundillo de la política, Kushner ciertamente se ha demostrado bastante más hábil que sus adversarios. Cuando el controvertido director de campaña Corey Lewandowski fue retirado del equipo en junio, se dijo que una de las causas de su despido, fue un enfrentamiento con Kushner. Y según reportes, una vez en la Casa Blanca también logró relegar a un segundo plano a Steve Bannon, otro de los principales asesores de Trump, quien también habría chocado con Kushner.
Feliz de moverse detrás de las cámaras, el adinerado desarrollador inmobiliario también tiene experiencia como editor, pues en 2006, con sólo 25 años, compró el otrora venerable periódico New York Observer. Y ahí también demostró su carácter decidido, pues después de chocar con Peter Kaplan -respetado editor del periódico por 15 años, quien renunció tres años después de que Kushner asumiera el control- pasó por seis editores en siete años.
El plan de “paz y seguridad”
Cuando se conocieron, Benjamin Netanyahu durmió en la cama de Jared Kushner. El político conservador israelí fue invitado a la casa de su amigo Charlie Kushner, en Nueva Jersey y alojado en la habitación del mayor de los dos hijos varones del prominente y turbio promotor inmobiliario. Al joven Jared le tocó dormir en el sótano. Cuando Netanyahu aterrizó en Washington para su primera visita oficial, llegó a la Casa Blanca como primer ministro israelí, acechado por escándalos de corrupción y enfrentado a unas grises perspectivas electorales, en busca de un espaldarazo del presidente Trump que se materializó en un histórico reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán. Jared Kushner, por su parte, recibió a Netanyahu en calidad de yerno y consejero de ese mismo presidente, que le ha encomendado nada menos que “hacer la paz” y alcanzar “el acuerdo definitivo” entre israelíes y palestinos.
Su suegro, sin experiencia política, llegó de pronto a presidente de Estados Unidos. Jared Kushner e IvankaTrump se convirtieron en «Javanka», una especie de príncipes de Washington, manejando él a su antojo, desacomplejada y opacamente, una cartera de ambiciosos cometidos estratégicos en oficiosa calidad de, como pronto se le conocería en la Casa Blanca, “ministro de todo”. Así relata la periodista Vicky Ward en el libro “Kushner, Inc”.
Allí también la autora explica como Kushner enseguida fue víctima de su propia mitología. Era el yerno del presidente, lo que le convertía en intocable. Sus intromisiones resultaban particularmente molestas en política exterior. Las tensiones con el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, no tardaron en aflorar. Primero, Kushner le ordenó que le dejara a él la renegociación del NAFTA, el acuerdo comercial con México y Canadá. Después le arrebató Oriente Medio. “Quiero Israel”, le dijo a un atónito secretario de Estado, según relata uno de sus asistentes en el libro. Tillerson comprendió que, como al presidente, a su yerno le sobraba arrogancia y le faltaba atención a los detalles.
Kushner cultivó una estrecha amistad con el príncipe saudí Mohamed bin Salmán, que siguió intacta después de que la CIA le acusara de ordenar el descuartizamiento del periodista de The Washington Post Jamal Khashoggi. Riad parece ser un elemento clave en su plan para la paz en Oriente Medio que, según fuentes citadas por Ward en su libro, contemplan intercambios de territorio entre los países árabes y que los saudíes y emiratíes proporcionan asistencia económica a los palestinos para devolverlos a la mesa negociadora. La decisión de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, rematada con el reconocimiento de la soberanía israelí de los Altos del Golán, mantiene por el momento a los palestinos bien lejos de la mesa.
El 21 de junio de 2017, cuando Jared Kushner llegó a Oriente Medio para reunirse con escaso éxito con Netanyahu y el líder palestino Mahmud Abás, un oficial palestino dijo a Haaretz que, más que un árbitro imparcial, parecía consejero del primer ministro israelí. El veterano negociador palestino Saeb Erekat le dijo a Kushner, según el libro de Ward, que sentía que estaba tratando con agentes inmobiliarios y no con oficiales de Estados Unidos. “No han logrado la paz con los políticos”, le respondió Kushner. “Quizá lo que necesitan es un agente inmobiliario”.