Las noches de Madrid, sobre todos la de los viernes, se han convertido en un permanente desafío a la pandemia. Los medios en ese país han convertido en crónica habitual los episodios de juerga en la capital que parecen una postal antes de la era del covid-19.
La gente parece que olvida rápido los días duros de la crisis sanitaria y se apresura a vivir con excesos las ganas acumuladas durante las privaciones de los cautiverios del último año.
A este cuadro de imprudencia ciudadana se añade la frágil autoridad del gobierno de Madrid, para quienes la enfermedad parece un peligro relativo hasta las 11 de la noche.
Este viernes que pasó, causó alarma la euforia inconsciente de las personas que salieron de fiesta en la ciudad. Una vez que cerraban los locales, tomaron espacios de la capital desestimando que el mundo está alerta ante una enfermedad que cada vez mata más.
#EnFotos ? | Así estaban las calles de Espoz y Mina, en el centro de Madrid, donde decenas de turistas, la mayoría de ellos franceses, seguían de fiesta tras el toque de queda decretado por #Covid_19. pic.twitter.com/sh3pnefIXq
— REDRADIOVE (@RedRadioVe) March 27, 2021
Un grupo de personas, muchas de ellas francesas, cantando en la calle de Espoz y Mina, junto a la Puerta del Sol, después de que cerrasen los bares por el toque de queda a las 23 horas
Madrid, 26/03/2021
Foto: Olmo Calvo / El País@el_pais_madrid @el_pais https://t.co/Bc2J6AHuPe pic.twitter.com/ARHZ9LAfgp— Olmo Calvo (@OlmoCalvo) March 27, 2021
Oasis de fiestas clandestinas
Madrid, cuyo gobierno hincha el pecho diciendo que es una ciudad que vive orgullosa su libertad, es el epicentro de la covid-19 en España. De acuerdo a medios como El País, la capital se ha tornado en un oasis de fiestas clandestinas que han puesto a la policía a trabajar más de la cuenta en las noches.
Desde que comenzó el año, los organismos de seguridad han desmantelado 3.761 reuniones hechas en casa, un formato que se ha expandido una vez que las fiestas terminan en los locales a las 11 de la noche.
Cada vez más hay gente que no lleva tapabocas, y las concentraciones en los corredores de las fiestas nocturnas parecen eventos masivos de negacionistas que viven el mundo actual como si no estuviera pasando nada con el virus.
Esta conducta precipitada hacia la imprudencia se cierne como una amenaza latente para configurar nuevas bombas sanitarias. Este fenómeno conceptualizado como cansancio ciudadano se ha convertido en una mutación de la conciencia colectiva que está haciendo a la población más refractaria a los mensajes de prevención.