La ciencia ha demostrado que hablar de razas en pleno siglo XXI constituye un craso error. Los estudios científicos han comprobado que no hay variaciones en el código genético de los humanos. Básicamente, negros, indios, blancos y asiáticos compartimos la misma base de información genética, ¿hasta cuándo el racismo?
También sabemos por hallazgos antropológicos que la humanidad comenzó en África. Así lo atestigua Lucy, el fósil homínido más antiguo de que se tenga conocimiento, hallado en Etiopía con una antigüedad estimada en 3.2 millones de años.
La historia también nos ha demostrado que no existe ninguna «raza aria» o pura. Las investigaciones comprueban que la misma Europa es el resultado de un gran mestizaje con influencia arábiga, asiática e incluso africana.
Absurdo y repudiable
De manera que profesar el racismo contra los negros, a estas alturas, representa un anacronismo tan absurdo, como repudiable. ¿Hasta cuándo?, no se justifica bajo ningún punto de vista. Es más, parece increíble que la humanidad no haya sido capaz de hacer un acto de contrición por las barbaridades que se cometieron contra los negros en los tiempos de la esclavitud.
Hay una deuda histórica contra los hermanos y los pueblos africanos, así como con sus herederos en el continente americano: los afronorteamericanos, los afrocaribeños y los afrolatinos. No obstante, lo que se conoce como el establishment ha sido incapaz de admitir su colosal error, hasta cuándo. Sin ello no se podrán acometer acciones encaminadas a desagraviar cultural y socialmente a los negros.
No es válido alegar que se trata de un hecho del pasado que ya el esclavismo ha sido superado. Que ya estamos en la era democrática de las plataformas 2.0. Porque no es verdad. El apartheid surafricano está fresco todavía, la segregación racial en EE.UU. es cosa de unas pocas décadas atrás.
Prejuicios terribles
Para no mencionar que culturalmente, muchas personas, así no lo admitan abiertamente, en su fuero interno son tan racistas como el peor de los esclavistas. Culturalmente, el negro sigue siendo blanco de burlas y estigmatizaciones. Abundan los prejuicios y los chistes de mal gusto.
Eso está mal y es terrible, social y culturalmente, porque en vez de haber aprendido la lección como humanidad, en el fondo seguimos perpetuando un monstruoso contrasentido científico, antropológico e histórico.
Pero es peor lo que ocurre en el seno de los EE.UU., donde los cuerpos de seguridad están formados y entrenados, para comportarse como una verdadera guardia pretoriana. Su misión no es «proteger y servir», su verdadero objetivo es el exterminio de los afronorteamericanos.
Sino como entender que 1 de cada 65 jóvenes negros es asesinado a manos de la policía. Y también que la mayoría de estos agentes son liberados, sin pagar condena. Eso ocurrió con los homicidas de Tamir Rice, un niño de 12 años, asesinado en 2015, porque llevaba consigo una pistola de juguete. O como ha pasado este año 2020 con los ejecutores del sonado caso de George Floyd, todos gozando de libertad bajo fianza.
Guardia pretoriana
Se estima que cada año la policía norteamericana asesina a mil personas. Los negros tienen 3 veces más probabilidades de entrar en esa lista fatal que los blancos. Una realidad espantosa del american way of life. Pero que tiende a naturalizarse o, lo que es aún peor, a invisibilizarse en los medios de comunicación.
Walter Wallace Jr., de 27 años fue asesinado de varios disparos a quema ropa por un funcionario de la policía de Filadelfia, el pasado 27 de octubre. El crimen quedó registrado en vídeos que circularon por redes sociales. Esta terrible realidad viene confirmar lo que ha planteado reiteradas veces el historiador venezolano Vladimir Acosta.
Las élites estadounidenses: «siguen sin poder salir de ese inmundo pantano racista que crearon desde su origen y en el que han vivido a partir de entonces, explotando, odiando, despreciando y masacrando a su población negra, esclava o libre, desde los ya viejos tiempos de la Colonia hasta el mismo día de hoy. Y dejando tras su pasos y sus hechos criminales un interminable reguero de sangre».
¿Hasta cuándo el racismo?