Hacia una nueva inutilidad
La pandemia le reveló al triple campeón mundial de boxeo que sus 300 relojes de lujo daban la misma hora que el palito que el indígena colocaba bajo el sol. La sorpresa le descompuso el día. No sería el único que descubriría sus cosas inútiles durante la cuarentena. La diva de Hollywood no podía salir en ninguno de sus Maserati 2021 a recorrer la ciudad. La lujosa marca no la libraba del confinamiento. Pero el ser humano necesita cosas inútiles. El capitalismo lo descubrió temprano y creó las falsas necesidades. La publicidad, mientras más cosas innecesarias venda, más exitosa.
Aníbal Nazoa escribió sabrosas y memorables crónicas sobre la humana adicción a lo inútil y a lo que no se necesita. Su hermano mayor, Aquiles, lo hizo en inolvidables versos. Ya el viejo Marx había dirigido su mirada a lo que llamó el fetichismo de la mercancía. Explicó todo ese rollo en su teoría sobre la alienación. Nos plantó frente a la falsa conciencia. Pero yo no voy a entrar en ese territorio. Mi querido amigo Ludovico Silva lo hizo y casi lo botan de la universidad. Para que no siguiera escribiendo inutilidades, le adelantaron la jubilación.
Convertidos por la pandemia en exploradores de nuestras propias casas, cada día descubrimos unas cosas más inútiles que otras. Algunas damas pierden la paciencia y el humor y terminan por gritar: ¿Qué hace esta vaina aquí? El otro no le responde desde el cuarto porque está tratando de recordar cuándo trajo ese aparato a casa y para qué infierno servirá. Cada cónyuge, arrejuntado o encuerado teme que, en el momento menos pensado, su pareja se dé cuenta de que nunca ha servido para un carajo. La cuarentena es un riesgo.
Sociólogos, sicólogos, filósofos y otros “emprendedores” de la ontología están debatiendo sobre lo que han denominado “la nueva normalidad”. Los pobres juran que volveremos a ser normales después de este remezón universal. Deberían invertir sus dendritas en crear nuevas cosas inútiles que garanticen la felicidad y el relax del ser humano. Las adquisiciones innecesarias pre-pandémicas están siendo desechadas por sus usuarios y consumidores. Niños, mujeres y hombres, cuando todo pase, tendrán que satisfacer su adicción a lo inútil. La humanidad ha de avanzar, inexorablemente, hacia una nueva inutilidad.