Alentada por la ola de conciertos “Aquí no ha pasado nada” que infinidad de artistas internacionales han venido a montar en Venezuela a lo largo del último año como si en verdad no hubiera pasado nada de todo aquel sufrimiento que la mayoría de ellos mismos le causaron al país con sus campañas de descrédito contra nuestro pueblo, la gente de la oposición pretende ahora sumarse a esa moda de la desmemoria artística para ayudar a escurrirle de manera acomodaticia al liderazgo opositor el bulto de la inmensa responsabilidad que éste tiene en el sufrimiento padecido por el pueblo.
Rasgo definitorio de la mentalidad escuálida es sin lugar a dudas su irracional afán negacionista de todo cuanto diga o haga el gobierno revolucionario, así sea la bendición de Dios la que le éste le esté dando al pueblo. Un empeño en negar todo lo que medio huela a chavismo que termina por convertirse en enfermizo cuando se ve que la mayoría de las veces se trata del rechazo a lo que después terminan aceptando con entera naturalidad y sin problemas, como las ocho estrellas de la bandera o el capta huellas de las máquinas electorales, contra los cuales chillaron en su momento hasta más no poder.
Con la prodigiosa recuperación que aún en medio del más brutal y despiadado bloqueo económico experimenta el país, reconocida ampliamente por organismos nacionales e internacionales que dan cuenta de la excepcional realidad de crecimiento acusado por la economía venezolana en los últimos doce meses, la terca negación del escualidismo nacional no ha sido diferente. Su empeño en tratar de demostrar que tal recuperación es producto de alguna pérfida campaña de propaganda comunista no ha dejado de expresarse.
Solo que en esta oportunidad incorpora a su discurso la narrativa acomodaticia del “ya pasó”, del “olvidemos todo”, del “mi país es el más bello y punto”, con el que solo pretende banalizar la tragedia en la que su liderazgo hundió al país durante los últimos diez años, al menos.
Un canallesco intento de exculpación que busca favorecer a dirigentes corruptos que, tal como clama el pueblo, deben asumir su responsabilidad y pagar por sus crímenes. Porque Venezuela debe conquistar definitivamente la paz social, económica y política, pero siempre sobre la base de la justicia.
ALBERTO ARANGUIBEL
ÚN.