Dice el refrán que «a todo cochino le llega su sábado». La expresión hace referencia que a cualquier persona que cometa desmanes, por muy apoyada que esté, llega un punto en el que le toca pagar por su faltas. El caso de Juan Guaidó, pretendido presidente interino de Venezuela, refleja con elocuencia la metáfora popular.
Al menos desde el punto de vista político, los últimos acontecimientos permiten formularse la pregunta, por toda la calle del medio: ¿Es Guaidó un cerdo al que, por fin, le ha llegado su sábado? Y es que pocos dirigentes políticos en la historia reciente venezolana habían sido capaces de ocasionar tanto daño contra su propio pueblo y su propio país.
Sus seguidores aceptaron el camino de autoinfligirse tantas penalidades, porque les hicieron creer esa era la única vía hacia la concreción de la promesa nunca cumplida de: cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. De aquella propuesta inicial durante el acto de su autoproclamación no queda ni el mal recuerdo. Lo que sí ha quedado es la devastación económica de un bloqueo financiero, que bien puede calificarse como genocidio y crimen de lesa humanidad.
Otro gallo en el gallinero
Henrique Capriles Radonski, quien no es precisamente un dechado de virtudes, ha sabido leer el momento. Y aprovecha la estafa del guaidosismo para hacerse del control de las fuerzas opositoras. Esta circunstancia comienza a ser admitida en influyentes medios internacionales. En estos espacios se habla ya sin ambages de un eclipsamiento de Guaidó y una suerte de renacer de Capriles.
En un reportaje de el diario El País de España, las críticas contra Guaidó son de todo calibre. Desde la periodista que redacta la nota, hasta los analistas consultados, todos sin excepción, no dan un centavo por el «interino».
Así resaltan cuestionamientos de este tenor: «La politóloga y escritora Colette Capriles opina que el fin de ciclo de Guaidó se está acercando y, aún concentrando a una gran parte de la oposición, sus alianzas están comprometidas. Este proceso puede romper la unanimidad de la comunidad internacional en torno a Guaidó. Maduro, al dividir a la oposición, también divide a los aliados extranjeros de los que Guaidó se ha vuelto altamente dependiente, en especial de EE.UU.”, refiere el reportaje.
Cartucho quemado
También figuran opiniones como esta: «El desgaste de Guaidó, en opinión del escritor y analista político Pedro Benítez, es completamente lógico (…). Guaidó planteó unas expectativas que no se han podido cumplir y eso le ha restado apoyo».
Y, ciertamente, comienza a resquebrajarse la unidad del denominado G-4, conformado por Voluntad Popular, AD, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia (PJ). Esta última organización política ha emitido críticas abiertas contra Guaidó.
“Debemos reconocer con humildad una serie de errores y la incapacidad de rectificación en la conducción del Gobierno interino”, señala un reciente comunicado de PJ. La propia redactora de la nota, abiertamente opositora, se hace eco de las palabras de Capriles Radonski.
La comunicadora califica al de Guaidó como un gobierno de internet, que no ha cumplido nada de lo que prometió. De hecho confiesa que luego de las elecciones parlamentarias del 06 de diciembre, Guaidó si acaso será, tan sólo, un gobernante en el exilio, como ya de hecho lo es.
El fino ajedrez político jugado por el gobierno nacional, hace que a este «cochino» le empiece a llegar su sábado. Muchos anhelan no sólo su anulación política, sino también una prolongada temporada tras las rejas, para que pague verdaderamente por tanta maldad.
