Los panitas de Guaidó en el mundo vuelven a demostrar de forma grotesca cómo resuelven los problemas, cuando tienen alguna diferencia. La banda paramilitar de los Rastrojos ha conmocionado nuevamente a Colombia con una espantosa masacre cometida en el Tibú, al Norte de Santander.
Las imágenes recabadas por la prensa colombiana, dan cuenta de siete personas fallecidas en una finca de la referida región. La organización delictiva los asesinó a sangre fría.
De acuerdo con los testimonios recabados, los individuos fallecidos estaban todos desarmados. Por ello se presume que se trató de una ejecución planificada y ejecutada para aterrorizar a la población rural de ese sector de la provincia neogranadina.
Libro sangriento
Por espantoso que pueda parecer, la acción de los Rastrojos para nada constituye un hecho aislado o extraño. Lamentablemente, se trata de una página más en el libro sangriento del paramilitarismo. Así se le conoce a este movimiento armado de extrema derecha, conformado por la oligarquía santanderista, para masacrar al campesinado en su histórica lucha por pan, tierra y trabajo.
Como apunta un diario colombiano, en el Norte de Santander, desde años memorables, se ha mantenido la presencia hegemónica de los denominados Rastrojos. Este grupo paramilitar fue compuesto por los disidentes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quienes siempre se han rehusado a dejar las armas.
Por su vinculación pública tan evidente con los Rastrojos. Algo, que como dicen los abogados es un hecho comunicacional, público, notorio e incriminatorio, la senadora colombiana, Aída Avella, acertadamente destacó en las redes sociales que los panitas de Guaidó habían un cometido un nuevo acto criminal.
Hoy sábado, otra masacre en el Catatumbo. En Tibú. Los rastrojos, amigos de @jguaido parecen ser los autores. Mientras Ceballos dirija la Oficina de Paz, no la veremos.
Ahí están los resultados
— Aída Avella E (@AidaAvellaE) July 19, 2020
Avella es también presidenta de la Unión Patriótica, agrupación política de la izquierda colombiana. Ella denuncia también a las instituciones de su país, por apuntalar el paramilitarismo. Es el caso del Alto Comisionado de la Paz, Miguel Ceballos, a quien señala directamente de obstaculizar las gestiones para desmovilizar y desarmar a los grupos armados de extrema derecha.
Corruptos y narcos
Por otra parte, tanto el presidente colombiano, Iván Duque, como altos funcionarios de su administración han aparecido involucrados en escándalos por corrupción, narcotráfico y paramilitarismo.
Ante los señalamientos de Avella, Guaidó intentó defenderse, también por la red social Twitter, alegando que no tiene vinculación con los Rastrojos. Las fotografías y vídeos lo desmienten de forma contundente, queda más que claro que son su panitas. El diputado venezolano tampoco ha podido explicar cómo es que los ejercicios de la operación Gedeón se ejecutaron en territorio colombiano, con la anuencia del presidente Duque.
Muy lejos de eso: hemos denunciado y enfrentado a grupos irregulares que son amparados en territorio venezolano por la dictadura de Maduro. Grupos como el ELN que le juran lealtad al dictador y es una de las razones por la cual él está acusado de narcoterrorismo. https://t.co/M215zwaPwb
— Juan Guaidó (@jguaido) July 19, 2020
Igualmente, Guaidó exhortó a Avella a confiar en su presidente, Iván Duque. Tampoco sorprende, a fin de cuentas ambos (Guaidó y Duque) son homólogos. El primero es el monigote de Leopoldo López, el niño bien venezolano con trastorno narcisista de la personalidad. Y el segundo es el títere del paraco mayor, Álvaro Uribe Vélez. Como se ve todo queda entre delincuentes genocidas. Ciertamente, Dios los crea y el Diablo los junta.