Europa arde en protestas: ¿Tercermundización del «Primer mundo»?

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Una mirada a cualquiera de los noticieros europeos por estos días de rebrote de la pandemia de la covid-19, pinta un cuadro que desdice por completo el relato eurocéntrico de orden y eficiencia. Varias ciudades de las principales potencias europeas, literalmente, arden en protestas. En este contexto de «nueva normalidad» son frecuentes las imágenes de disturbios, saqueos, quema de basura en vías públicas y fuerte represión policial.

El detonante de las manifestaciones violentas, según reseña la prensa internacional, han sido las medidas de recrudecimiento del confinamiento social. Los gobiernos de España, Francia e Italia, entre otros, se han visto forzados a retomar cuarentenas más estrictas. Igualmente, se ha vuelto a suspender temporalmente actividades económicas, comerciales y culturales, que lentamente volvían a despegar.

No obstante, esa es sólo una parte del problema. En la raíz de esta conflictividad subyace un fenómeno estructural, que sin prisa, pero sin pausa se ha llevado a cabo durante las últimas décadas. Se trata del desmontaje progresivo del llamado Estado de bienestar, para dar paso a un neoliberalismo del tipo más «salvaje», que se pueda imaginar.

Clase media a su suerte

El corolario de estas políticas dictadas desde Washington, ha sido el alargue de los tiempos para pensionarse, el desmontaje de los sistemas de salud y educación. Y también la crisis de servicios básico como el aseo. En paralelo, los causantes de la crisis, es decir los grandes banqueros, son sistemáticamente, rescatados y protegidos por el Estado.

Progresivamente, esta peculiar metodología ha significado un deterioro significativo en la calidad de vida de amplias franjas de población. Lo que lleva a pensar en una “Tercermundización del <<Primer Mundo>>”. Desde siempre, con arrogancia proverbial, en medios y espacios académicos se ahondó en una narrativa, según la cual los pueblos de África, Asia, América Latina y Oceanía, éramos bárbaros o semibárbaros.

El modelo a seguir eran precisamente: Francia, Italia, España, Reino Unido y por supuesto Estados Unidos a la cabeza. La crisis estructural del sistema ahora cruje con mayor fuerza con la pandemia y deja al descubierto una estafa colosal.

Por estos días Madrid, Cataluña, Barcelona, Sevilla, Burgos y Bilbao, entre otras, han sido escenarios de violentas protestas. “No nos pueden quitar nuestros derechos básicos, no nos pueden decir que nos encierran en nuestra casa”, ha dicho una de las manifestantes españolas. En parte las protestas están influenciadas por la visión negacionista del virus. Pero más allá hay un trasfondo de desesperación económica.

Genio fuera de la botella

Otro dato curioso o si se quiere irónico, es que la mayoría de estas manifestaciones son convocadas a través de redes sociales. En un formato muy parecido al manual del golpe suave o de mecha lenta diseñado en Tanques pensantes norteamericanos. ¿El genio se sale de la botella?, ¿Frankenstein se vuelve contra su amo?

Y es que en Estados Unidos, la situación es igual o peor. Las protestas y motines han sido una constante a lo largo del año 2020, dada la sucesión de casos de brutalidad policial contra afroestadounidenses. Imágenes recientes en Filadelfia mostraban tiendas de departamento saqueadas y contendedores de basura en llamas.

Incluso, previo a la celebración de elecciones presidenciales del martes 3 de noviembre, varios comercios de Washington D.C., se tomaban la precaución de “forrarse” con barreras de madera. La razón: se esperan protestas violentas ante la proyección de un ajustado resultado electoral, en la justa Trump-Biden. El fenómeno ha sido común, también en Chicago y Nueva York. Algo, sencillamente insólito, en el país que se ha vendido como la meca de la civilización y la institucionalidad democrática.

Como decía el sabio caballero de la triste figura: «cosas veredes Sancho, cosas veredes».

 


 

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