La “periodista” española Esther Yáñez la vuelve embarrar. La señora, radicada en Caracas, da un paso más en su acelerado proceso de degradación profesional. En esta oportunidad, hizo una vil puesta en escena con niños venezolanos, para dar rienda suelta a su miseria humana, su racismo eurocentrista y supremacista.
En un acto que retrata de cuerpo entero la bajeza, Yáñez demuestra una vez más que no tiene límites en su obsesión por denigrar de Venezuela. La «comunicadora» captó imágenes de un pequeño grupo de infantes, mientras les ofrecía manzanas.
Cuando los pequeños comían, les preguntaba si sabían qué fruta era. «Os traigo manzanas. ¿Qué te parece, te gusta? ¿Es la primera vez que comes manzana?. ¿Qué te parece? Se come con piel eh, te la puedes comer con piel, todo está comestible (…)”.
Hay una generación en #Venezuela que nunca ha comido manzanas. Es la de estos niños, que ha crecido con la crisis económica y con la escasez. Las manzanas, hace años, se comían como cualquier otra fruta en el país caribeño pero ahora son impagables para la mayoría. Obviamente, pic.twitter.com/aBhtlFe0Ck
— Esther Yáñez (@EstherYez) August 26, 2020
Demasiado lejos
Para Yáñez, como ella misma declara “esto es periodismo y esto es pleno”. Pero la verdad es que esta vez ha ido demasiado lejos. Semejante adefesio revela ignorancia y desprecio. No solo violó las leyes locales, aprovechándose de la inocencia de los niños. Y les sometió al escarnio público. Sino que todo el mundo sabe que no se pueden hacer tomas de menores de edad sin una autorización expresa de los padres y representantes. Y mucho menos con fines amarillistas. Todo está claramente estipulado en varios artículos de la Ley Orgánica de Protección del Niño, Niña y Adolescente (LOPNA).
Pero también, todo el mundo sabe en Venezuela, que la manzana no es una fruta autóctona. Que este alimento es característico de países con 4 estaciones. Y que en el trópico venezolano se da muy bien otra diversidad de frutas, todas muy deliciosas por cierto, que no se dan en España ni en otras regiones del mundo. La piña, la guayaba, el mango, el mamón, el níspero, la guanábana, el cambur, la lechosa, los riñones, el jobo y la ciruela de huesito, son sólo algunos ejemplos bastante representativos.
Seguramente, si agarramos desprevenido a un niño ruso, español o chino y le damos a probar un jobo, difícilmente pueda identificar qué fruta es esa. Pero sólo en una mente retorcida cabe utilizar ese rebuscado argumento, como ejemplo de que esas naciones se derrumban en la miseria.
Será que mi existencia no existe porque nunca me ha llamado la atención la insípida manzana. Prefiero la fruta que puedo arrancar yo mismo de mi mata, el mango ? el jobo, la lechoza , la parchita, la piña ? y pare de contar Esther Yáñez @EstherYez
— Omar Marcano (@pueblopatriota) August 27, 2020
Encerrada en un circulito
Luego está la carga simbólica que se esconde detrás de la manzana para Occidente. Esta es la fruta de la tentación, del pecado original, según relata la Biblia. Quizás por eso Yáñez en su pequeño mundo eurocéntrico de miseria, puede pensar que se trata de una fruta universal. Pero no es así señora Yáñez, no hay ningún pecado en no conocer la manzana, ni haberla probado nunca. Así como usted seguramente no debe tener ni idea de lo que es un cotoperí.
Esther Yañez es una palangristas. Entre una manzana y un cambur morado prefiero el cambur morado, nísperos, pomarrosas, riñones, guayabas, piñas, coco…
— katuska valdivieso (@katusquita) August 26, 2020
Uno de los males del racismo y el eurocentrismo es considerar que sólo esa cultura vale y todo lo demás es exótico o prescindible. Que una persona siga en su farsa, es problema suyo. Pero que exponga a menores al ridículo, sí trasciende la esfera individual. Va siendo hora de que el Ministerio Público venezolano tome cartas en el asunto, y se hagan valer las leyes.
Ya basta de abusos, infamias y atropellos. Lo peor es que se trata alguien a quien se le abrieron las puertas de un país. Y que luego traicionó esa confianza, para denigrar y mentir descaradamente de una cultura, creencias y tradiciones. Con este asunto de la manzana, la señora Yáñez se deja tentar por la serpiente del amarillismo. Una vez más traspasa los límites de la ética profesional, para chapotear en el lodazal de la mentira.