Han sido múltiples las denuncias del pueblo de España por la política que rige en centros de salud, que priorizan la vida de las personas jóvenes por encima de los adultos mayores.
Esto debido al colapso de los hospitales y clínicas, que se han quedado sin capacidad de camas, respiradores, unidades de cuidados intensivos, medicamentos y personal médico por los embates del covid-19. En ese país registra más 245 mil contagios y cerca de 28 mil muertes.
España, como muchas naciones de Europa, no tiene capacidad de atender a los cientos de miles de pacientes infectados por la pandemia y por eso debe priorizar a los más jóvenes, dejando morir a la población más afectadas: los mayores de 60 años.
Algunos incluso han muerto solos en sus casas porque no les ha dado chance de llegar a un hospital, pero seguramente su destino hubiese sido el mismo porque de haber intentado ingresar a un centro de salud, iban a ser rechazados.
En marzo pasado, cuando España era el epicentro mundial de la pandemia, fue tendencia en redes sociales una conversación de un doctor que atizó «las camas UCI no son de mi hospital, son de la Comunidad de Madrid, y se van a asignar al paciente que más se beneficie de ello, no por gravedad, sino por años de vida recuperables». El galeno es un jefe médico en el hospital Infanta Cristina de Parla, al sur de Madrid.
Precisamente esa ha sido la triste realidad de la muchos de los países de Europa. Miles de casos han colapsado sus centros de salud y fúnebres por lo letal, contagiosa y peligrosa de esta enfermedad. Los relatos de familiares de las víctimas y de quienes superaron la hospitalización son escalofriantes porque el coronavirus desnudó el sistema capitalista y neoliberal que prioriza el dinero por encima de la vida.
Es por eso que los países que mejor han enfrentado a la pandemia son aquellos cuyos sistemas tienen en primer orden la atención pública y han seguido las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que desde enero viene alertando a la población global y desde entonces ha compartido recomendaciones y experiencias para que se prevenga y controle a este virus que ha confinado en sus hogares a más de 7 mil millones de personas.
El covid-19 también ha demostrado la fragilidad de la Unión Europea y su visión individualista pues el bloque más longevo del mundo ha hecho poco o nada como grupo para prevenir este terrible momento de la historia sanitaria, económica y social, porque el impacto que ha generado es impresionante y los especialistas aseguran que la pospandemia estará repleta de crisis, escasez recesión y emergencias.
Al contrario lo que ha evidenciado esta etapa difícil de la humanidad son las miserias de quienes hablan de progresismo, unión y respeto pero han olvidado que la solidaridad es fundamental para sobrellevar y superar la pandemia.
Las mismas historias de hospitales colapsados, gente muriendo en las calles, sistemas económicos destruidos, desolación, prioridad en banalidades, desigualdad e inhumanidad se cuentan en España, Italia, Alemania, Francia y tantos otros países de primer mundo a los cuales un pequeño virus invisible, sigiloso y letal ha condenado a unos meses que traerán al menos un año de consecuencias negativas en los mercados, turismo, comercio, salud y demás áreas de la vida social.
Los mismos países que invierten en armas, guerras, invasiones y conspiraciones están lamentando no haber pensado en la protección sanitaria, social e integral de sus poblaciones.