Otro escándalo de abuso sexual alcanza a Donald Trump. Esta vez se trata de la ex modelo Amy Dorris, quien asegura que el ahora presidente de EE.UU. la violó en 1997 cuando asistía a una jornada del US Open de tenis.
Dorris describió al diario británico The Guardian que Trump la besó y tocó sin su consentimiento delante de los baños del palco que tenía el entonces magnate inmobiliario durante el Grand Slam.
La exmodelo describió que “me metió la lengua en la garganta mientras lo rechazaba. Entonces me apretó más, puso sus manos sobre mi trasero, mis pechos, mi espalda, todo”, mientras le pedía que terminara con el acoso.
¿Maniobra electoral?
Una vez trascendido este escándalo, los abogados del mandatario norteamericano despacharon lo dicho por Harris como una maniobra electoral; una que busca desprestigiar al presidente, quien se mide en noviembre por la reelección.
A esta defensa de Trump, sus abogados añadieron el argumento de que Amy Dorris no dispone de testigos que avalen la denuncia; y al mismo tiempo le cuestionaron que siguiera compartiendo reuniones con su cliente después del 5 de septiembre de 1997, fecha que establece como el día de episodio de abuso sexual.
Ante esta réplica de los defensores legales del presidente estadounidense Dorris les habría dicho que incluso “las personas pasan años junto a otras que abusaron de ellas; eso es lo que ocurre cuando te pasa algo traumático, te congelas”.
No es la única denuncia
De acuerdo a la prensa que reseña la denuncia de la exmodelo, con su testimonio ya serían más de una decena mujeres que dicen lo mismo: que Donald Trump se propasó con ellas.
Estas acusaciones las ataja el presidente estadounidense como montajes que buscan desprestigiarle en su campaña electoral hacia la reelección, potenciado la imagen de prepotente, arrogante y vanidoso con expresiones misóginas; esto como atributos nada virtuoso a los rasgos de supremacista blanco, por ende racista, antiinmigrante y autoritario.
