El siglo XXI abrió las puertas de una nueva era para América Latina. Luego de una historia de dominación para una región condenada a cumplir en el esquema mundial, el papel de exportadora de materia prima, sometiendo a sus habitantes a vivir en medio de eslabones de miseria repartida con dedicación, a quienes habitaron aquí desde los primeros tiempos.
El proyecto de Bolívar, San Martín, Juana Azurduy y tantos otros y otras que batallaron por dar un lugar de grandeza a América Latina; vuelve en el presente siglo de la mano de Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales, Lula, Daniel Ortega, entre otros.
En el ámbito internacional, América Latina toma fuerza y lugar de referencia dentro de la geopolítica mundial, presentándose de manera soberana y unitaria frente al mundo. Pero además de esto, las Revoluciones y gobiernos de izquierda en América Latina, fueron avanzando en revertir la exclusión, garantizando niveles de justicia social reconocidos por organismos como la Organización de Naciones Unidas (ONU), como referencia en el mundo, especialmente Brasil y Venezuela.
Lula “campeón global”
En ocho años de Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT), se alcanzaron logros en materia social que lograron revertir los niveles de injusticia existentes tras décadas de dictaduras militares y gobiernos de derecha.
Los programas Hambre Cero, Bolsa Familia, Luz para todos y Agricultura familiar, principalmente, permitieron a Lula ser declarado «campeón global» del combate al hambre por la FAO y el Programa Mundial de Alimentos de la ONU.
Según el Ministerio de Asuntos Sociales brasileño, el número de personas en situación de pobreza e indigencia disminuyó del 33,3% al 15,5% de la población en el período 2001-2008.
El programa «Bolsa Familia», eliminado los últimos días por el fascista Jair Bolsonaro, Presidente de Brasil, benefició durante años a 12,7 millones de hogares.
La economía brasileña creció en 2010 cerca de un 7.5% y generó más de 2 millones de puestos de trabajo, alcanzando una tasa de desempleo mucho más baja que la de Estados Unidos o Alemania.
Los perros ladran en el continente
En el año 2013, con la desaparición física del Comandante Chávez, Estados Unidos arrecia con más fuerza en la intención de revertir lo que ha sido la década más feliz de América Latina. Retomar su capacidad de acción directa sobre el territorio latinoamericano con la acción de gobiernos sumisos y bien dispuestos a entregar la soberanía alcanzada.
Se despliegan así con más fuerza (ya había comenzado en Paraguay en el año 2012) las estrategias de golpes de Estado “parlamentario”, para neutralizar los liderazgos más importantes.
Tal es el caso de Lula en Brasil, Cristina Kirchner en Argentina, Fernando Lugo en Paraguay (2012), y más recientemente los procesos abiertos contra Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia.
Además, la expansión religiosa como estrategia política y la manipulación de procesos electorales.
Llegó a Brasil el sadismo en palabra y obra
Es así como a través del espacio ganado principalmente por la iglesia evangélica, Jair Bolsonaro llega al poder en el año 2018, alabando la dictadura militar de los años 1964 – 1985 en Brasil, manifestando abiertamente su condición rascista, xenofóbica, homofóbica.
No deja de sorprender el nivel de sadismo expuesto en la palabra y obra de Bolsonaro. Aducen a un nivel de psicopatía extrema que lo colocan como estandarte en la fila de la genuflexión frente al amo imperial, para demostrar que es el más obediente al pensamiento reaccionario. Aquí, algunas de sus frases más celebres:
1. “Pinochet debió haber matado a más gente” (1998).
2. «Estoy a favor de la tortura. Y el pueblo está a favor también». (1999).
3. «Las mujeres deben ganar menos cuando están embarazadas”. (2015).
4. «Ella no merece (ser violada), porque es muy mala, porque es muy fea, no es de mi gusto, jamás la violaría. Yo no soy violador, pero si fuera, no la violaría porque no lo merece”.
5. «Primero desde un helicóptero se tiran volantes y folletos, dándoles seis horas a los delincuentes para que se entreguen. Cumplido ese plazo, si no se entregan, se ametralla el barrio pobre desde el aire». (2018).
6. «Vamos a fusilar a la ‘petralhada’ (seguidores del PT) aquí en Acre. Ya que les gusta tanto Venezuela, toda esa gente va a tener que irse para allá». (2018).
Pero el sadismo que reviste a Bolsonaro, no sólo abarca al ámbito de la palabra. En su obra, también esmerada para ser el mejor referente de la derecha en Latinoamérica, se encuentra en primer lugar el congelamiento del presupuesto social en el país durante 20 años, el bloqueo del presupuesto a las universidades públicas, el aumento de la edad para otorgar las pensiones estableciéndolas en 65 años y la eliminación del Plan de Alimentación “Bolsa Familia” que atendía a más de 12 millones de personas.
No se trata de Bolsonaro. No se trata de una suerte de psicópata, que llegó a la presidencia de Brasil y es importante tenerlo claro. Se trata del peligro de un proyecto reaccionario como estrategia que se abre para América Latina desde el imperio estadounidense y que responde a una necesidad del capitalismo y su modelo neoliberal para enquistar su poderío frente a la amenaza que los proyectos revolucionarios abrieron comenzando el siglo y que demostraron, con errores y dificultades, la capacidad de gobernar con el pueblo y para el pueblo.