El Perú corrupto | Alí Rojas Olaya

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El 17 de noviembre asumió la presidencia de Perú, Francisco Rafael Sagasti Hochhausler, dada la renuncia del brevísimo Manuel Arturo Merino (10 al 15 de noviembre de 2020), quien no le pudo quitar el récord al venezolano Pedro Estanga “el breve”.

Si sacamos de la lista de presidentes de Perú a José de San Martín, Antonio José de Sucre, Simón Bolívar y Juan Velasco Alvarado, hallaremos un vacío ético de inconmensurable tamaño: Martín Vizcarra, Pedro Pablo Kuczynski, Alan García, Ollanta Humala y Alejandro Toledo, por nombrar sólo los últimos.

Entre los años 1960 a 1975 Perú captó la atención de los Estados Unidos por varios factores: el golpe de Estado de 1962 contra el presidente Manuel Prado, la campaña antiguerrillera de 1965-1966, el periodo de gobierno de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) por la expropiación de la International Petroleum Company (IPC). La nacionalización de la Banca Nacional y de los recursos mineros, la una reforma agraria con el objetivo de poner fin a la oligarquía terrateniente. Nacionalización de la industria pesquera, control directo del Estado sobre las telecomunicaciones, equidad de los derechos de los hijos legítimos y naturales ante la ley; reforma educativa que previó entre otros una educación bilingüe para los peruanos, usuarios de lenguas nativas, que componían casi la mitad de la población, y la creación del Ministerio de Alimentación con el que se distribuían los alimentos producidos por las cooperativas agrarias creadas por la revolución.

El 13 de julio de 2006, el escritor y empresario farmacéutico peruano Herbert Morote visita al expresidente Valentín Paniagua en la señorial urbanización Jesús María de Lima para obsequiarle un ejemplar de su libro “Bolívar, libertador y enemigo número 1 del Perú”.

El abogado ve con alegría el título y comienza la siguiente conversación: “-¿Qué le parece el título del libro, doctor Paniagua? – Muy bueno, ya es tiempo de poner a Bolívar en su sitio. – Cuando usted fue presidente del Perú no lo puso en su sitio, dejó que su monumento siguiera en la Plaza de la Constitución, institución que él aborrecía. El Dr. Paniagua (con un esbozo de maliciosa sonrisa), responde: se equivoca, amigo, Bolívar está donde le corresponde, esa plaza realmente se llama ¡Plaza de la Inquisición!”

 

ALÍ ROJAS OLAYA

@rojasolaya

Publicado en ÚN.


 

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