Nuestra región, desde las últimas décadas del siglo XXI ha sido víctima de una revitalización de políticas neoliberales, que ha traído como consecuencia el recrudecimiento de la exclusión social, aunado a esto quienes han convertido los temas a fines de la cultura, como un mecanismo de dominación propiciada por la hegemonización de las tecnologías de la información. Instigando a menospreciar las minorías que conforman las ancestralidades y toda la pluralidad que conforma y caracteriza la raíz sociopolítica de la región latinoamericana y caribeña.
La división del mundo en dos bloques terminó en los años noventa para dar paso a la preeminencia de un sistema unipolar, impulsado por los Estados Unidos; justificado por la Doctrina Monroe o el mal llamado destino manifiesto, enfocado en el fundamento intervencionista de su política exterior. Que conllevó como estrategia no armada la globalización neoliberal, que no es más que el avance del sistema capitalista en su fase neoliberal mediante el exponente de la globalización.
A diferencia de lo que usualmente se dice respecto a la posición de los Estados como miembros activos en la intensificación y desarrollo de los procesos de globalización, este no es más que una víctima de la globalización que tiende a disminuir su poder. Y es el factor económico, quien determina la posición institucional (el Estado), en términos prácticos la institucionalidad internacional, FMI, Banco Mundial, entre otras son capaces y están diseñadas para tener control interno, así como por las poderosas transnacionales hechas del manejo de los recursos estratégicos de nuestras naciones.
Sin embargo, el resurgimiento de la izquierda progresista, o latinoamericanista en formas y/o expresiones de organizaciones sociales, movimientos populares, comunidades indígenas, campesinos, que han construido un proceso real, de trascendencia política en gobiernos democráticos; como en el caso de Bolivia, Nicaragua y Venezuela han comenzado a ver las relaciones internacionales no únicamente desde la perspectiva del Estado como actor unitario sino con una pluralidad de actores ya existentes.
De las consecuencias favorables de la globalización está el fenómeno constitutivo de espacios no gubernamentales transfronterizos, que ha permitido una práctica política multilateral y pluricultural incluso cuando se trata de actores sin movilidad. Esta combinación de lo céntrico y multicentrico y su activismo, ha generado condiciones para la formación de identidades de resistencia siendo una reacción contra la marginación cultural, social y política. Uno de los cuestionamientos teóricos tradicionales de las Relaciones Internacionales es que estas se fundamentan en el Estado y el paradigma de la representatividad.
Se puede señalar un concepto de Bansart: ¨La diplomacia de los Pueblos es muy diferentes de la Diplomacia de los Estados sin, por eso, entrar en conflicto con esta. Responde al derecho de visibilidad y consiste en una actuación directa, activa, flexible. Está lejos de la diplomacia de los negocios; se trata de una diplomacia de la dignidad¨.
En otros términos, hablamos de trasponer en el área internacional un nuevo tipo de democracia, la democracia participativa y protagónica; socialismo del siglo XXI. La propuesta de la Diplomacia de los Pueblos, alzada por sociedades en transformación, ha servido de base para nuevos resurgimientos si bien institucionales, pero sin perder su carácter de revolucionario y popular; como en el caso de ALBA Juventudes surgida como política internacional del Ministerio del Poder Popular para la Juventud y el Deporte de Venezuela.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), uno de cada cinco niños vive en pobreza extrema, sobrellevando efectos negativos de la misma que a largo plazo la privación de derechos fundamentales para el desarrollo podrá imposibilitar en su desenvolvimiento dentro de la sociedad. El Profesor peruano Augusto Castro en su ponencia sobre Integración Regional y Problemáticas Socio-ambientales hablaba de un margen económicamente desigual sin precedentes, con un 85% de la población mundial en condición de pobreza en 2050 según estimaciones de la ONU. Esto nos convoca a intensificar como política contra-hegemónica y alternativa, aportes de prácticas descolonizadoras, orientadas a la construcción de sociedades más justas, iguales y sostenibles, que contrapongan pronósticos vistos desde la perspectiva del avance indetenible del capitalismo global.