El juego roto

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Por: Carola Chávez

Todos conocemos en carne propia aquel simpático juego llamado «Democracia: el gobierno de la gente», o sea, el tuyo, el mío, el nuestro, el vuestro; con sus reglas claras y simples; la receta perfecta para la feliz convivencia con respeto y libertad. ¿Se acuerdan?
Ese juego que todos compramos y jugamos sin preguntar mucho, porque no se pregunta, se vota cada tantos años y ya. Ese que nos fuimos cansando de jugar perdiendo. Ese que desciframos y empezamos a jugar a ganar y ganamos. Ese que, entonces, ya no les gustó tanto a los ganadores de siempre, que creyendo blindadas las reglas del juego, su juego, no vieron las grietas por las que se colaron los pueblos, o sea, la gente, esa que se supone gobernaba en democracia, pero que nunca tuvo voz y pocas veces voto. Bueno, ese juego se agotó.
Se agotó no, lo agotaron. Cuando vieron que pudimos remontar aquel laberinto de obstáculos infranqueables llamado elecciones, se volvieron locos, Wilfrido. Usaron todas sus cartas marcadas golpes suaves, revoluciones de colores, golpes duros, sanciones, y como aquello no cuajaba, probaron sacar nuevas cartas, esta vez pintadas de dignidad, de moral, de ética. La corrupción apareció en el tablero como un mal nunca antes visto, ¡Dios mío!, ¡Fora Dilma! -decían los mercaderes de la fe. ¡Fora y pare de sufrir!
Lanzaron a la mesa la carta del law fare y vimos a los corruptos enemigos de los pueblos endosar sus delitos a los líderes populares. Vimos a Lula preso por un apartamento que nunca tuvo, por crímenes que sus acusadores sí cometen cada día. Vimos la voluntad del pueblo demolida por jueces tramposos que el pueblo nunca eligió.
Vimos también, y hay que decirlo, a cierta izquierda tragando gustosa la mierda que desde la derecha le lanzaban porque !ay, ay, ay, la corrupción!… ¡Lula libre! –cantaron casi complacidos por tener una nueva derrota, otra consigna lastimera y su superioridad moral intacta.
Más tarde, de nuevo tocándose los extremos, nos decían en foros expertos de la derecha privatizadora, por su lado, y de la izquierda impoluta, por el otro, que el problema es la gestión. La derecha nos dibujaba el paraíso chileno, y la izquierda el crecimiento boliviano. ¡Aprende Maduro! ¡Aprendan jalabolas, justificadores seriales, maburristas!
La gestión de Evo valió tres pitos a la hora de tumbarlo. Lo tumbaron por indio, por pobre y por no abandonar a los suyos: las mayorías marginadas hasta que llegó Evo y que con él asumieron el poder.
La derecha, otra vez, endosa a Evo los crímenes que ellos cometen, mientras persiguen y asesinan a la gente en nombre de Dios y de la democracia. La iglesia los bendice. La barbarie vestida de seda. Las instituciones custodias de los pilares democráticos son parte del plan de derribo. Ahora las elecciones no bastan, sino también tienen que ser «creíbles» y quien las tiene que creer no es el pueblo que votó, sino la OEA, la EU, y los EEUU. Ya no importan las formas, saquen al que estorba y hagan elecciones sin él, aunque la gente lo quiera. Funcionó en Brasil, funcionará en Bolivia, y maten al que tengan que matar, que igual, son indios y pobres y a nadie le va a importar.
La izquierda achaca el golpe de estado a la inocencia de Evo y lo culpa por la muerte de sus hermanos en manos de los golpistas. No es la gestión entonces, es la inocencia… y así
Y se alborota el continente. Y aplasten a esos chilenos que protestan por allá, y maten a esos colombianos que protestan por acá, que no son manifestantes, sino vándalos, como los indios bolivianos que son vándalos también. Que cuidadito, Maduro, no se te ocurra reprimir una protesta que no fue, convocada por un presidente que no es, pero que nosotros quisimos que fuera y que ahora no sabemos qué hacer con él.
Que no es la corrupción, ni la gestión, ni las libertades, ni un carajo, es algo mucho más simple y grotesco: que si un gobierno pone en peligro los intereses de los dueños del mundo, pata’ y kunfú con ese rrrégimen maluco. Que si el gobierno es perrito simpático y la gente es la que chilla, patá y kunfú con los vándalos esos.
Que vivimos los tiempos del fin de disimulo, cuando las caretas pesan, estorban. Tiempos de certezas desechas a patadas. Tiempos de cinismo. Tiempos de demolición. Ya no hay sorpresas. Que Chávez siempre tuvo razón y miren tanto que le dijeron loco, la derecha de siempre y la izquierda aquella también.
Y seguimos aquí, todavía y a pesar de todo, maniobrando sobre el mismo tablero que los dueños patearon, como Chávez, entre las trampas de la derecha que nos quiere muertos y la superioridad moral de aquella izquierda que nos prefiere mártires para celebrarnos una vez al año con un sentido homenaje.
En fin, que pateadas las reglas, convertido el juego democrático en un asunto de vida o muerte, no vengan después a chillar.
¡Nosotros venceremos siempre!
Carola Chávez
@tongorocho
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