El 19 de junio del 2022, Gustavo Petro y Francia Márquez ganaban las elecciones presidenciales. A partir de allí, los expertos más ortodoxos vaticinaban los peores escenarios para la economía colombiana, argumentando la inestabilidad que provocaba el nuevo presidente a los mercados, sobre todo al mercado financiero. Hasta ese momento, le atribuían gran influencia a las palabras del nuevo presidente, pues según los profetas de la economía ortodoxa eran de suma importancia para la estabilidad o caída del precio del dólar.
El Gobierno entrante recibía el país con un panorama económico bastante complicado: la inflación al alza, el desempleo por las nubes (11,3%), además de la quiebra de muchas pequeñas y medianas empresas tras la crisis de la pandemia; a Mayo de 2022, 181 compañías se acogieron al régimen de insolvencia empresarial, lo que representa una disminución del 39% frente al mismo periodo de 2021. Sumado a lo anterior, la inflación no solo dependía de los esfuerzos del nuevo Gobierno, en Estados Unidos comenzaba una crisis inflacionaria que obligaría al Banco Central de Estados Unidos (FED) a subir sus tasas de interés, algo que se ha mantenido constante desde 2022. Este incremento de las tasas de la FED, vino acompañada de una crisis energética y de alzas en el precio de los insumos agrícolas (subieron 32,6% entre enero y junio de 2022) que golpeó al mundo entero, provocada por la guerra Rusia – Ucrania. Así, no solo asumió el nuevo Gobierno las consecuencias de la pandemia, también las consecuencias de una guerra.
Asumir bajo estas condiciones era un enorme reto, sin embargo, los partidos de oposición, y algunos medios de comunicación, afirmaban que la creciente alza del dólar y el encarecimiento de la vida en Colombia solo era consecuencia de las posturas e ideas del recién electo presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez. Sin embargo, es preciso reiterar que era de esperarse que en un país donde se importa más de lo que se exporta, impacten tanto las políticas monetarias de Estados Unidos.
De esta manera, una de las metas del nuevo Gobierno era fortalecer el agro junto con la pequeña industria en Colombia para mitigar el alza de los precios de los alimentos, ya que la variación anual del sector de alimentos alcanzó el 27,81% en 2022, una cifra que no se alcanzaba desde 1998. “La sustitución de la importación de materias primas como maíz, soya, trigo y sorgo, es la alternativa clara para bajar los precios de los alimentos”, aseguraba en su momento la ex-ministra Cecilia López. Una de las primeras acciones fue solicitar US$50 millones al Banco Mundial para bioinsumos.
A 10 meses del gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez, la inflación empieza a ceder y el precio del dólar que alcanzó los 5.118 pesos colombianos en 2022, se cotiza a menos de 4.200 pesos. Estados Unidos, ha presentado una importante crisis bancaria al salir de la pandemia. Todo ello, a raíz de las tasas de interés impuestas por la FED, que desvalorizaron los bonos del tesoro que habían adquirido los bancos durante la pandemia, lo que ocasionó que cuatro de sus Bancos más importantes colapsaran. A pesar de esto, la economía colombiana mostró índices positivos, el peso colombiano se fortaleció, mientras el dólar se cotizó a la baja. Demostrando que nuestros problemas económicos ya no dependían de factores externos.
El panorama para Colombia comienza a mejorar, mientras que afuera la crisis de los bancos más importantes y la inflación seguían atizando a una de las economías más grandes del mundo y principal socio comercial colombiano, el Fondo Monetario Internacional daba un espaldarazo a las políticas en materia económica: “en un contexto de inflación alta y elevados déficits fiscales y de cuenta corriente, las políticas monetaria y fiscal se están endureciendo adecuadamente, facilitando la transición hacia un crecimiento más sostenible e incluyente. La aprobación de la reforma tributaria del 2022, el prudente Plan Financiero para el 2023, la reafirmación de la meta de inflación y el asociado endurecimiento de la política monetaria son hechos especialmente destacables y coherentes con la implementación de políticas muy sólidas en Colombia”.
Ahora bien, ¿por qué si al asumir el nuevo Gobierno, el comportamiento del dólar y la inflación se atribuía a la incertidumbre producto de las posturas del Presidente, ahora el mejoramiento de la economía y desplome de ambos factores no se le atribuye a las acciones del Gobierno?
La Representante Especial para Asuntos Laborales Internacionales del Departamento de Estado de Estados Unidos, en su visita a Colombia el pasado mes de mayo, reconoció el interés común que tienen ambos gobiernos con relación a los derechos y protecciones de los trabajadores.
Estados Unidos apoya los esfuerzos de Colombia para cumplir con los compromisos laborales internacionales, incluidas las recomendaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que contemplan abordar la subcontratación abusiva y fortalecer los derechos de negociación colectiva a través de reformas legales y una mejor aplicación de la legislación laboral.
Es de miopes asegurar que los mercados reaccionan positivamente a la no discusión de las reformas, los mercados internacionales exigen unos parámetros laborales y los TLC hoy nos exigen esos estándares y abrirnos a nuevos mercados. Las recientes proyecciones son más optimistas que las estimadas a finales de 2022. A comienzos del 2023, las proyecciones del Banco de la República estimaron que el crecimiento de la economía sería del 0,5%, ahora organizaciones como la OCDE y el Banco Mundial prevén que Colombia crecerá 1,5% y 1,7%, respectivamente.
Finalmente, hay confianza internacional en el Gobierno, las narrativas de crisis y miedo que han querido implantar los líderes de la oposición, no tienen sustento y sí son problemáticas para la economía, pues personas con miedo no consumen y si no hay consumo, hay un impacto directo al empresariado. Hago un llamado a no generar pánico, estamos hablando de trabajo, del mínimo vital de la gente. Hay que revisar muy bien de quiénes provienen esos mensajes, particularmente en época electoral en la que la politiquería irresponsable y este tipo de narrativas, abundan.
MARÍA FERNANDA CARRASCAL