El Esequibo y el referéndum | Por: Vladimir Acosta

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Terminamos ahora con el Esequibo.

Cualquier país que haya estado sujeto a una sostenida relación colonial, esto es, que haya sido colonia sometida por décadas o por siglos al dominio explotador de una poderosa metrópoli y que haya logrado conquistar su libertad con su esfuerzo sostenido y su lucha libertaria sabe por experiencia lo difícil que es lograr ese objetivo. Y sabe también lo necesario que es mantenerlo vivo para evitar, ya sea que el colonialismo derrotado vuelva a intentar someterlo con nuevas armas, o que sea otra potencia imperial más rica, poderosa y mejor armada la que pretenda reemplazar a la anterior para imponerle su dominación política y seguir saqueando sus riquezas.

Nosotros los latinoamericanos tenemos eso siempre presente, porque nos contamos entre los primeros países que lograron (en nuestro caso venciendo a la ya decadente pero todavía fuerte España) conquistar su libertad política continental (en la batalla de Ayacucho, en diciembre de 1824), y que luego hemos debido resistir, aunque no siempre con éxito, la más hábil y sutil política colonialista británica y en seguida la neocolonialista e imperial estadounidense, más agresiva, que intentaban y hasta lograban, como en efecto lograron, recolonizarnos en formas más hipócritas y solapadas que seguimos denunciando y enfrentando.

Me permito rememorar algunos ejemplos de esas valientes luchas, asiáticas y africanas, que fueron o son todas más modernas, y que a un elevado costo en vidas y en destrucción sufrida conquistaron al cabo su independencia o pudieron al menos declarar su libertad.
India soportó por dos siglos el autoritario, represivo y modernizador colonialismo británico. En 1857 se produjo la rebelión de los cipayos, reprimida en forma brutal, en 1920 ocurrió la criminal encerrona de la plaza de Amritsar con miles de muertos, y en 1943 India vivió la terrible hambruna de Bengala, con decenas de miles de indios muertos.

Para ese entonces el país dividido en mitades norte y sur, Vietnam luchó con admirable valor por su independencia, primero contra el brutal e hipócrita dominio francés, y luego contra el dominio abiertamente genocida de Estados Unidos, que le causaron destrucción enorme, bombardeos sin tregua y millones de hombres y mujeres muertos. A ese precio, Vietnam los derrotó uno tras otro a ambos, hoy es un solo país, y se ha convertido en una potencia libre.

Corea fue asaltada, esclavizada y dividida en 1910 por los colonialistas y racistas japoneses, que convirtieron en esclavos a sus hombres y en prostitutas o sirvientas a sus mujeres. El norte de Corea se liberó con su heroica lucha y con el masivo apoyo de China, y hoy es un país soberano que posee fuerza nuclear.

Argelia, colonizada en forma criminal por los franceses, luchó más de un siglo por su independencia y es hoy un país soberano.

El Congo pasó de luchar contra el dominio criminal del emperador belga Leopoldo II, asesino y cortador de manos de esclavizados trabajadores negros recolectores de caucho, y luego contra el dominio igualmente brutal y racista del Estado belga, logrando a un costo elevado una independencia nada clara manipulada en forma sucesiva por dictadores africanos.

He hablado de esas luchas y de sus resultados en muchas pasadas ocasiones y escrito textos en los que se las examina en detalle. Pero lo que me interesa ahora no son tanto los resultados obtenidos, algunos de ellos exitosos, otros en cambio mediocres o fallidos, sino que, en todos los casos, para enfrentar ese colonialismo brutal, racista y asesino, sus pueblos, hartos de sufrir atropellos, crímenes, violaciones y su permanente racismo, combatieron con valor por conseguir su libertad.

Ahora, teniendo esto presente, demos una mirada a nuestra vecina Guyana.
Habría que empezar por llamar a Guyana “la colonia feliz”. Feliz porque esta historia de humillaciones colonialistas sufridas por verdaderas colonias que acabamos de ver le es ajena por completo y le ha sido siempre ajena. Porque así ajena lo fue en el período en que era solo colonia inglesa y lo es mucho más ahora en que siendo libre, es empero más colonia que antes, pues es colonia favorita de Estados Unidos, amiga de Guterres, el obeso servidor de estos que funge de secretario general de la ONU, y amiga de ese otro corrupto e indigno organismo que se hace llamar Corte Penal Internacional o Tribunal Penal Internacional.

En efecto, Inglaterra la creó en 1814 como Guayana inglesa uniendo territorios de los que despojó a la entonces llamada Guayana holandesa llevándola a ella, a su Guayana inglesa, a limitar con la Guayana venezolana. Pronto la pobló con población que trajo de sus colonias indias y africanas, consiguió a un ambicioso servidor alemán que quería ser inglés para correr los límites robándole a Venezuela el territorio que era suyo desde 1777, pero que nuestro país no poblaba, ya que pasaba por serios conflictos internos. Para proteger a su colonia de Guayana, Inglaterra le impidió a Venezuela defender sus verdaderos límites y en 1899, y en el tramposo Laudo de París, este la despojó de su territorio Esequibo y se lo entregó a Inglaterra, es decir, de hecho, a su Guayana inglesa. Al cabo, medio siglo después, con el testamento de Mallet Prevost, Venezuela pudo defenderse, y entonces, en 1966, Inglaterra le da libertad a su Guayana inglesa cediéndole el robado territorio Esequibo que era y es nuestro, entorpeciendo así el Acuerdo de Ginebra y luego congelando en 1970 el reclamo venezolano con la independiente ayuda anticolonial de Eric Williams, en Trinidad. Así Guyana, ya formalmente país independiente, pero pronto en realidad servidora de otro amo, en este caso, de Estados Unidos, se quedó, por la reiterada ingenuidad de Venezuela, que así lo aceptó, con el control de todo el territorio Esequibo en disputa para manejarlo como propio, y así ha sido hasta ahora, contando para ello con todo el apoyo colonial yankee para robar y negociar petróleo y gas justamente reclamados por Venezuela y cerrándonos toda posibilidad de llegar a un acuerdo justo y compartido como el que Venezuela ha estado reclamando en vano por décadas.

Pero al fin, luego de décadas de esfuerzos legítimos y de propuestas legales rechazadas o ignoradas por una Guyana que cuenta con el apoyo del decadente pero agresivo Imperio yankee para negociar petróleo y gas ajeno como si fuera suyo porque desde hace décadas se le permitió conservar como suyos un territorio y unos recursos que en su mayor parte son de Venezuela, el Estado venezolano parece al fin haber encontrado el camino necesario para hacerse reconocer sus derechos y encontrarle una salida justa y definitiva a este largo proceso marcado por todo tipo de atropellos cometidos contra Venezuela y sus legítimos derechos. Venezuela está movilizando a su población para que en un referéndum libre y democrático el pueblo venezolano manifieste su disposición a recuperar en forma pacífica y de acuerdo a sus derechos los territorios, aguas y recursos de los que nuestro país ha sido despojado de hecho, más no de derecho. Y por fin, en este caso, Guyana ha mostrado preocupación porque entiende que esta vez habrá que discutir y negociar en serio y con respeto mutuo. El general Vladimir Padrino López, nuestro ministro de Defensa, ha definido de manera inmejorable lo que es ese referéndum: no es amenaza contra nadie, es un ejercicio de soberanía. Sí, por eso, porque es ejercicio masivo de soberanía y defensa de nuestro territorio, es que no puede ser ignorado por Guyana, porque con él y con sus resultados debe iniciarse una nueva fase de prontas y serias negociaciones y acuerdos que conduzcan a un acuerdo global también justo y serio y a una solución definitiva. Eso es lo que los venezolanos y venezolanas queremos y esperamos. El referéndum tendrá lugar el próximo domingo 3 de diciembre. Allí estaremos todos y todas.

 

VLADIMIR ACOSTA

ÚN.


 

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