Ernesto Villegas entrevistó este domingo al diputado opositor Timoteo Zambrano, una de esas figuras extrañamente moderadas en el paisaje de la derecha venezolana que ha sobado la violencia, la aniquilación del adversario como “solución final a la crisis”, o la intervención extranjera.
A pesar del fango de la campaña sucia de quienes deberían ser sus aliados, insiste en que la salida a los problemas son el diálogo, la política y el entendimiento entre los venezolanos.
Porque no es un Rambo de la derecha haciendo apología a la sangre, no es de esos protagonistas favoritos de la mediática internacional que amamanta monstricos que comenten fechorías en nombre de la democracia.
Por ese desaire al conflicto fratricida, a Timoteo Zambrano lo han señalado de colaboracionista cuando no de “cobarde” por parte de esa fauna de políticos fascinados por la violencia y que calcula muertos como quien sacrifica peones para darle jaque mate al Rey.
Sobreviviente en tiempos de radicalismo
Este hombre es politólogo egresado de la UCV. Un dirigente, que si bien ha cambiado de partidos, no se ha pasado nunca al bando de sus adversarios. Viene de figurar en Acción Democrática, parlamentario de varios periodos de coexistencia y un sobreviviente de la AN de Juan Guaidó.
Ahora es el presidente de un partido nuevo: Cambiemos; y en la nueva Asamblea Nacional es el presidente de la Comisión de Política Exterior, un reconocimiento relevante para un disidente distinto entre toda esa raza de políticos entreguistas larvados durante 2 años del “interinato”.
Timoteo también es un sobreviviente de aquel diálogo fallido entre el gobierno y la oposición en la República Dominicana, el cual estuvo acompañado por Noruega.
Para él, aquel proceso no se consolidó por varios factores. Uno esencial era el del reconocimiento de las partes: “Si no hay reconocimiento del otro en un diálogo es muy difícil que haya un acuerdo, porque el reconocimiento general da confianza, y si hay confianza en el proceso y entre los interlocutores, vamos a un acuerdo”, dijo.
Sobre este mismo tema añadió que: “Fíjate que eso no ocurrió en el mecanismo que implementaron los noruegos; que se desarrolló también en Oslo y en Barbados. Porque ahí no hubo reconocimiento pleno entre las partes; y creo que a los noruegos les faltó, como dicen los españoles, sudar la camiseta. No vi que sudaran la camiseta”.
Intervención «Made in USA»
Zambrano reconoce que en República Dominicana intervino la geopolítica; y sin dejar demasiado tiempo para generar la duda, reveló que esa injerencia fue la de Washington.
“Yo diría que EE.UU. castró en su mayoría ese proceso, porque es verdad que la delegación opositora quiso llegar a acuerdos en un momento dado y no lo hicieron porque EE.UU. no les entregó a ellos el placee para que se siguiera esa negociación”, expresó inequívocamente.
Como testigo excepcional de ese proceso, reconoció que la oposición no se mandaba sola, y que los norteamericanos buscaron minar el proceso con demoras deliberadas.
“Las interferencias se expresaban en esa dinámica de cambiar frecuentemente los términos del acuerdo. Eso a veces puede ser normal de un proceso de negociación. Lo que sí no es propio de una negociación es que no llegues a nada”.
La derecha del Country
Otro factor determinante que jugó en contra del objetivo de una solución política, al menos desde la oposición, fue el radicalismo de la derecha, esa que Timoteo le dio un rasgo ideológico signado por su ubicación en el espacio: “El Country Club”.
Para el dirigente, esa derecha de caviar que habla ligeramente de la violencia está representada por Voluntad Popular y Primero Justicia, quienes a su vez competían por la vanidad de ostentar quién era más extremista que el otro.
Por ellos fracasa el diálogo y cualquier agenda de entendimiento civilizado. Por su parte, Timoteo Zambrano parece reflejar el alivio de quien persevera en el diálogo; ya que tan heroico y fascinante como los guerreros, lo son también los hombres sensatos que evitan la violencia.