Por: Pasqualina Curcio
Resulta muy preocupante escuchar a quienes plantean la dolarización de la economía venezolana como solución a la hiperinflación. Dolarizar es reconocer formalmente la moneda del enemigo como la moneda de circulación nacional. No solo significaría la derrota para el pueblo venezolano en el marco de esta guerra no convencional y multidimensional, es entregar nuestra soberanía a quien sin piedad y sin cuartel nos ha declarado la guerra desde 1999. Pero además, es adoptar una de las monedas cuyo desplome es inminente: los ingleses, los rusos, los chinos y los franceses desesperadamente se están desprendiendo del papelillo verde.
Quien paga pone la música
La dolarización formal, lo cual no ha ocurrido, se concreta cuando se decide que el dólar será la moneda de circulación nacional en lugar del bolívar. Quien provee esta moneda es la Reserva Federal de los EEUU, es decir, nuestro enemigo. Cuántos dólares nos enviará dependerá de la cantidad de reservas internacionales que tengamos para respaldarlos.
Dicen que “quien paga es el que pone la música”. El gobierno de EEUU impondrá las condiciones de la dolarización. Exigirá la privatización de PDVSA y de las industrias básicas, principales generadoras de divisas. Al entregar estas industrias a los capitales privados, la probabilidad de aumentar las reservas internacionales tiende a cero. Cada vez que necesitemos más dinero, es decir, más dólares, para fortalecer nuestras políticas sociales, para construir hospitales, escuelas o subsidiar alimentos, dependeremos de lo que decida la Reserva Federal.
Al no tener suficientes reservas internacionales que respalden la llegada de los billetes verdes, la única opción será endeudarnos, lo que hará eterna nuestra dependencia económica al imperialismo estadounidense. Ellos decidirán por nosotros.
Parte de guerra
Toda guerra, aunque esta sea no convencional, se planifica por fases. Hay una primera fase de gestación, que inició en 2006 cuando el enemigo comenzó a preparar el terreno para atacar nuestra moneda, el bolívar. En ese momento creó el portal “La lechuga verde” a través del cual manipulaba diariamente el tipo de cambio con respecto al dólar. La segunda fase, la de hostigamiento inició en 2010 con la creación de Dolartoday, portal web a través del cual intensificaron en agosto 2012 el ataque al bolívar incidiendo cada vez más sobre su depreciación manipulada e induciendo la inflación.
A finales de 2017 iniciaron la tercera fase de esta guerra, la de asedio: arremetieron contra el bolívar derivando en hiperinflación. Desde la segunda fase hasta nuestros días, el enemigo ha atacado y manipulado el precio de nuestra moneda 29.862.393.456%, lo que equivale a decir que ha logrado depreciarla en esa magnitud. En 2012 el tipo de cambio era 8,69 BsF/US$ y hoy es 2.595.042.000 BsF/US$.
La cuarta fase de las guerras es la invasión y la quinta la consolidación del sistema imperial.
El dólar ha traspasado nuestra frontera económica, ha logrado entrar, pisar y transitar en nuestro territorio. Ha permeado en nuestra economía. Nos está invadiendo.
La invasión del enemigo a través de su moneda se explica, por lo menos, por dos razones: 1) el despiadado ataque y bombardeo contra el bolívar que ha derivado en su depreciación y desconfianza y 2) la disminución de la cantidad real de bolívares en la economía, consecuencia de la trampa monetarista que ha sido colocada por el propio enemigo y en la que cayó el BCV, lo cual le ha dejado cada vez más espacio al dólar. Al no disponer de suficientes bolívares para realizar las transacciones, el dólar se presenta como una opción. Ante la retirada del bolívar, el dólar ha ocupado el territorio. En términos de doctrinas de guerra es la manifestación del Bolivarianismo versus el Monroismo.
Es deber de todos nosotros los venezolanos y bolivarianos, que queremos una patria libre, independiente y soberana, enfrentar al enemigo. Es nuestra obligación evitar que continúe invadiendo nuestro territorio con su moneda. Lograr que retroceda e impedir que avance a la quinta fase de la guerra, la consolidación del sistema imperial, lo cual equivaldría a la dolarización formal de nuestra economía, es tarea de todos y por mandato constitucional, es obligación del BCV.
Fracaso del “modelo” económico imperial
Paradójicamente, cuando el mundo entero ya no halla qué hacer con los dólares, nosotros le damos cancha. Rusia se desprendió del 84% de los dólares que tenía en sus reservas, el presidente del banco de Inglaterra dijo que el mundo debía avanzar hacia un sistema en el que el dólar no siga siendo la moneda de referencia. Lo propio hicieron los franceses, mientras que los chinos avanzan a paso firme con su petro-yuan respaldado en oro. Ya no le tienen confianza al dólar.
Por lo menos tres grandes errores se han cometido en la humanidad en lo que respecta a lo económico: 1) haber otorgado, en 1944, el privilegio al dólar estadounidense de servir como única moneda de referencia mundial; 2) haber permitido a EEUU, en 1971, desprenderse del patrón oro y respaldar el dólar en la “confianza”; 3) dar licencia, con la hegemonía del dólar, a que EEUU impusiese su sistema de producción y distribución capitalista.
Hoy, la economía estadounidense es la más endeudada del Planeta, debe US$ 21 billones, sus reservas internacionales no le alcanzan para pagar ni el 2% de la deuda, requiere 67 veces la cantidad de oro que tiene en sus bóvedas para saldarla, oro que ni siquiera hay en cantidades suficientes a nivel mundial. Su balanza comercial es deficitaria desde hace décadas y el crecimiento de su economía se ubica por debajo del promedio mundial. Razones de sobra para que no exista confianza alguna en el dólar cuyo valor es, no por casualidad, cada vez menor.
El imperialismo estadounidense, fase superior del capitalismo, no solo se encuentra en franco deterioro, además ha demostrado ser el sistema económico más desigual del Planeta. Entre 1970 y 2010, la desigualdad en EEUU ha aumentado 136,53%, superando con creces los niveles registrados a inicios del siglo pasado. A partir de 1970, los incrementos del PIB en el país norteamericano han estado siempre acompañados de aumentos de la desigualdad. Van de la mano.