Diplomaditis | Por: Werther Sandoval

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Diplomaditis | Por: Werther Sandoval

La mala impronta positivista de calificar a los periodistas como “personas dotadas de un mar de conocimientos con un dedo de profundidad” ya no es remoquete exclusivo asignado a los profesionales de esta disciplina de la comunicación social.

Desde ya, con malévolo regocijo, los profesionales en la (re)construcción del mensaje informativo podemos afirmar que tan peyorativo decir lo compartimos con el resto de las profesiones.

Pero, dialéctica al fin, hay un gradiente: ya todas las personas del mundo profesional ni siquiera llegamos a lagunita. Sin distingo, en el campo educativo asistimos a la puesta en escena de “personas dotadas de un charquito de conocimientos con una uña de profundidad”.

El apetito capitalista por hacer de la educación un negocio rentable se unió a la implosiva mezcla de crisis económica, pandemia y auge de internet para darle impulso a la burla del Estado docente denominado Diplomado.

Todos los dictan: desde organismos gubernamentales hasta ONGs, desde universidades privadas y públicas sean experimentales o autónomas, sin dejar de lado empresas privadas de cualquier tipo. Y mira que cada una se gana la sonrisa complaciente y sumisa de sus diplomantes, quienes con boca golosa los aclaman y registran en sus currícula para hacer alardes de conocimientos.

Habría que excavar más. Pero tras la búsqueda de alguna normativa que regule la creación y funcionamiento de los diplomados solo se halla una media cuartilla que ni siquiera alcanza el nombre de Resolución del Ministerio de Educación Universitaria, pues fue dictada por el núcleo de vicerrectores.

¿Qué dice? Todos, quien quiera, puede montar un Diplomado. ¿Requisito de ingreso? Cualquier nivel educativo ¿Método de evaluación? Libre. ¿Requisito de egreso? Pagar.

Google, que nunca se queda atrás, con retórica y pomposidad académica los define como modalidades de formación dinámica y flexibles, apoyados en un sistema modular de saberes, orientados a profundizar y actualizar conocimientos en diferentes áreas, dirigidos a diversos públicos tomando en cuenta el contexto local, regional, nacional e internacional.

Pero, ojo, pese al rimbombante lenguaje academicista googleano hay un alerta y burlado precepto emitido por el escrito del núcleo de vicerrectores: los diplomados no tienen peso ni deben ser tomados en cuenta para conformar el acervo curricular del participante.

Es así, porque afortunadamente a los vicerrectores aún les queda un poco de dignidad académica y conscientes están de que sus instituciones se exponen al descrédito si frente a un empleador dan respaldo a una persona que muestra en su currículum un regordete título de Diplomado, obtenido más por asistencia que por demostrar conocimientos.

No obstante, si la pirateria de los Diplomados llegara hasta aquí no habría mayor tragedia. El asunto es que a su lado vienen creciendo cursos y cursillos vía web que, como los susodichos, poco se sabe acerca del cómo y para qué fueron construidos sus respectivos pensa de estudios.

Aquel aval de institución educativa Certificada por el Ministerio de Educación está en proceso de extinción, con el agravante de que cada vez más se imponen los cursos breves, de limitada y escasa profundidad, de carácter instrumental, para la obtención del título por el título, para la formación mecánica de mano obra barata.

Las más afectadas por esta proliferación de cursillos y Diplomados son las mismas universidades y con ellas el Estado y, por hablar como mi madre, el futuro del país. No hay indicadores de pre y postgrado, ni de las experimentales ni de las autónomas, ni de públicas ni de privadas.

Pero basta mirar los pasillos y las aulas de la mayoría de las universidades para percatarse de que la matrícula educativa está en picada. Entre los jóvenes crece la peligrosa actitud de mirar con desdén una carrera universitaria de cinco años, menos de postgrado.

La mezcla de pandemia con crisis económica aceleró y facilidad de acceso a cursos vía web creó las condiciones para hacer estudios de corta duración que a la postre están creando una masa operaria que abarca incluso la división del trabajo en el mundo de la informática.

Y la ausencia de formación académica e investigativa, de profundidad y largo aliento, se agudiza y pone en riesgo la soberanía e independencia del país, pues nos ata y expone al antojo de los centros pensantes de las naciones autodenominadas desarrolladas.

En su devenir mercantilista los Diplomados ponen en riesgo el Estado Docente.

 

 

WERTHER SANDOVAL

Diplomaditis | Por: Werther Sandoval.

ÚN.


 

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